La importancia del movimiento Falun Gong en China

BEIJING: La represión continua en contra de los miembros de Falong Gong, un movimiento cuyos seguidores reponden al llamado de su líder para “alcanzar la consumación enfrentando la cárcel o la muerte”, constituye una evidencia clara de que algo nuevo e inexplicable está sucediendo en China. Pero aquí hay una paradoja, porque ese “algo nuevo” es también algo muy antiguo. Precisamente porque este culto masivo convertido en movimiento de protesta tiene una resonancia tradicional, representa una amenaza para el Partido.

Cuando en abril de 1999 diez mil miembros de la secta Falun Gong aparecieron misteriosamente en frente del Zhongnanhai, el complejo que alberga al liderazgo del Partido Comunista Chino, para ser arrestados en masa, los observadores tuvieron dificultades para explicar lo que estaba sucediendo. La prensa extranjera en Beijing estaba acostumbrada a los disidentes políticos, las protestas estudiantiles, los trabajadores descontentos y los miembros, privados de sus derechos, de la “población flotante”. Sin embargo, esta secta mística, cripto budista/taoísta de meditadores de clase media parecía salida de la nada, por lo que sus orígenes y la seriedad de la amenaza que representaba para el Partido en China eran difíciles de calcular.

Resultó que el grupo estaba encabezado por un patriarca exilado, Li Hongzhi, quien inventó la secta con base en ejercicios respiratorios tradicionales chinos (qigong), la creencia en curas milagrosas, panaceas y una mescolanza de misticismo budista y taoísta. No obstante, al llegar oleada tras oleada de seguidores del Falun Gong a la plaza Tiananmen con el fin de ser arrestados, lo que comenzó como un suceso aberrante se convirtió en el movimiento de protesta organizada más amplio en China desde 1989.

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