GINEBRA – Como enviados especiales por la COVID-19 del director general de la Organización Mundial de la Salud, fuimos testigos directos de la intensidad del sufrimiento que causó la pandemia, especialmente en las comunidades más pobres. Esta profunda tragedia avanza frente a nosotros y todavía falta mucho para que llegue a su fin.
Según nuestra experiencia, la prioridad inicial para responder a una enfermedad infecciosa es salvar vidas y proteger la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras. Al mismo tiempo, nos preocupa cada vez más el gigantesco daño social y económico que causó la COVID-19. Cuando vemos las dificultades que enfrenta la gente en todas partes para mantener su sustento bajo la amenaza constante del coronavirus, queda claro que esta pandemia es más que una emergencia sanitaria, se convirtió en una crisis global para la sociedad entera.
En este contexto, uno de nuestros mayores temores es que, después de décadas de mejoras, las perspectivas para las generaciones futuras se desplomaron bruscamente. Algunas regiones están desandando los avances logrados en los últimos 20 años, corren riesgo logros como el aumento del empleo, la ampliación de los servicios esenciales y una mejor educación (especialmente para las niñas). También se ven amenazadas las mejoras en la infraestructura, el agua y los servicios cloacales, el control de enfermedades, la estabilidad política y las instituciones de gobierno.
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The banking system we take for granted is unfixable. The good news is that we no longer need to rely on any private, rent-seeking, socially destabilizing network of banks, at least not the way we have so far.
shows why the current private system is unfixable – and why we don’t need to tolerate it anymore.
Like Vladimir Putin, China's leader is so steeped in a narrative of victimhood and fearful of appearing weak that it is hard to imagine him ever leading China out of the mess he has created. He could well be remembered as the leader who squandered history's most remarkable economic success story.
about the country's increasingly worrisome trajectory, both at home and abroad.
Artificial IdiocyFrank Rumpenhorst/picture alliance via Getty Images
GINEBRA – Como enviados especiales por la COVID-19 del director general de la Organización Mundial de la Salud, fuimos testigos directos de la intensidad del sufrimiento que causó la pandemia, especialmente en las comunidades más pobres. Esta profunda tragedia avanza frente a nosotros y todavía falta mucho para que llegue a su fin.
Según nuestra experiencia, la prioridad inicial para responder a una enfermedad infecciosa es salvar vidas y proteger la salud y el bienestar de las generaciones actuales y futuras. Al mismo tiempo, nos preocupa cada vez más el gigantesco daño social y económico que causó la COVID-19. Cuando vemos las dificultades que enfrenta la gente en todas partes para mantener su sustento bajo la amenaza constante del coronavirus, queda claro que esta pandemia es más que una emergencia sanitaria, se convirtió en una crisis global para la sociedad entera.
En este contexto, uno de nuestros mayores temores es que, después de décadas de mejoras, las perspectivas para las generaciones futuras se desplomaron bruscamente. Algunas regiones están desandando los avances logrados en los últimos 20 años, corren riesgo logros como el aumento del empleo, la ampliación de los servicios esenciales y una mejor educación (especialmente para las niñas). También se ven amenazadas las mejoras en la infraestructura, el agua y los servicios cloacales, el control de enfermedades, la estabilidad política y las instituciones de gobierno.
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