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¿Desea el Occidente dar lo que la tecnología quiere?

CAMBRIDGE – En muchos aspectos, el Occidente no se encuentra hoy en su mejor momento. Mucha gente cuestiona los valores de la democracia liberal (los derechos individuales y el gobierno de la mayoría) e incluso los de la Ilustración (la razón, la ciencia y la verdad). Los partidos populistas canalizan estos sentimientos con un considerable éxito electoral, sacando provecho del malestar económico, la creciente desigualdad y el aumento de la inmigración.

Con frecuencia se culpa a la tecnología de los problemas sociales que se traducen en la escalada del populismo. Pero, ¿qué hay de la flecha causal que va en la dirección opuesta, de la sociedad a la tecnología? En un mundo donde el progreso tecnológico promete grandes beneficios, la capacidad de proporcionar "lo que la tecnología quiere" puede determinar qué economías están posicionadas para tener éxito y cuáles, sin duda, tendrán el mismo destino que el Imperio Español, el Portugués y el Otomano. En la actualidad, ello debería preocupar al Occidente más de lo que preocupa a China.

Para establecer lo que la tecnología quiere, es preciso comprender lo que ella es y la forma en que crece. En realidad, la tecnología está constituida por tres formas de conocimiento: aquel encarnado en herramientas y materiales, el codificado en recetas, protocolos y manuales de instrucciones, y el conocimiento tácito o knowhow contenido en el cerebro. Podemos disponer de un mayor número de herramientas y aparatos, de más libros y manuales, o de más documentos para consultar en internet, pero a nivel individual no tenemos la capacidad para meternos más cosas en la cabeza. Para que la tecnología crezca, es necesario grabar diferentes elementos de knowhow en diferentes cerebros. Las sociedades no aumentan sus conocimientos porque cada individuo sabe más, sino porque cada cual sabe algo diferente.

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