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La paradoja del terrorismo

LONDRES – Cuando en noviembre Usman Khan mató a dos personas a cuchilladas en el Puente de Londres (antes de ser abatido por la policía), hubo quienes, como era previsible, trataron de sacar rédito político de este acto terrorista. En particular, el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, se apresuró a pedir penas de prisión más largas y el fin de la “liberación anticipada automática” de terroristas con condena.

En las dos décadas que pasaron desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el terrorismo se ha vuelto el objeto de pánico moral arquetípico en el mundo occidental. Sucesivos gobiernos británicos y estadounidenses usaron el temor a que detrás de cada esquina haya un terrorista al acecho tramando la destrucción total de la civilización occidental para aprobar penas más estrictas y poderes de vigilancia mucho más amplios (y también, claro está, para hacer guerras).

Pero en realidad, el terrorismo en Europa occidental está en retroceso desde fines de los setenta. Según la Base de Datos Mundial sobre Terrorismo, entre 2000 y 2017 hubo por esta causa 996 muertes en Europa occidental, contra 1833 en los 17 años que van de 1987 a 2004, y 4351 entre 1970 (primer año registrado en la base de datos) y 1987. La amnesia histórica fue desdibujando el recuerdo del terrorismo interno europeo: la banda Baader-Meinhof en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia, el IRA en el RU, el terrorismo vasco y catalán en España, y el terrorismo kosovar en la ex Yugoslavia.

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