Energía para los más pobres

BREMEN – Un estimado de 1,2 mil millones de personas en todo el mundo, incluidas entre ellas 550 millones en África y 400 millones en la India, no tienen acceso a la electricidad. La mayoría vive en zonas rurales donde la población es escasa y los  ingresos son bajos, lo que hace que sea poco rentable conectar los hogares y negocios a una red de distribución de energía eléctrica. Tampoco es viable generar energía a nivel local con un generador a diesel, debido a los altos costos del combustible y la necesidad de una importante inversión inicial.

Un suministro estable de electricidad a precios asequibles es un requisito previo para el desarrollo económico. De hecho, las consecuencias que sufren las personas que viven sin electricidad pueden ser nefastas: se pueden ver privadas de una atención de salud adecuada, o puede que no tengan la capacidad de almacenar alimentos frescos. Sin embargo, existe una solución, basada en el uso local de energía renovable, que requiere de una inversión inicial mínima y puede ser ampliada con el paso del tiempo.

Este abordaje que requiere la inversión de pocos recursos se basa en el uso de energía fotovoltaica –  una tecnología simple, universal y escalable, y que además es de fácil mantenimiento. Por lo general, en la primera etapa de este proceso, los consumidores podrían utilizar una fuente de energía renovable, tal como la iluminación LED, y vender cualquier excedente de energía hasta que ahorren el dinero suficiente para comprar aceite para lámparas (en cuya compra los africanos gastan alrededor de 20 mil millones dólares al año).

Los ingresos adicionales inicialmente podrían provenir de la venta de pequeños excedentes de electricidad a los agricultores locales para recargar sus teléfonos móviles (lo que les permite negociar precios óptimos para sus cosechas), o para ayudarles a irrigar las tierras de cultivo utilizando pequeñas bombas eléctricas.

Esta es una nueva oportunidad. Hasta hace tres o cuatro años, la energía fotovoltaica era prohibitivamente cara. Pero los avances en la industria y el exceso de producción han reducido su precio hasta en un 75%. El sistema más barato, que genera dos vatios de potencia, puede costar tan poco como $10 a 20 y se puede ampliar a casi cualquier nivel, en función del tamaño y número de módulos fotovoltaicos (PV, por sus siglas en inglés) y del tamaño de la baterías para almacenamiento de energía.

Esto también es simple. Un sistema de energía solar residencial se compone de simplemente tres componentes: módulos fotovoltaicos, una batería para almacenamiento de energía y un controlador de carga. Dicho sistema puede suministrar energía eléctrica en la forma de corriente continua de bajo voltaje en niveles de cinco voltios para teléfonos móviles, y 12 voltios para iluminación LED, bombas que se usan en exteriores, y para aparatos eléctricos como por ejemplo computadoras y televisores.

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Cuando se necesita una sola fase o corriente alterna trifásica de 230V (por ejemplo, para proporcionar energía para máquinas más grandes), se debe utilizar un inversor. Esto solamente tiene sentido para los sistemas que tienen un tamaño mayor a un kilovatio de potencia máxima y que tienen baterías con suficiente capacidad de almacenaje. Los sistemas locales en un edificio podrían estar conectados a redes de bajo voltaje de corriente continua o de 230V de corriente alterna con el fin de mejorar la seguridad del suministro.

Un desafío importante para el abordaje de la inversión de pocos recursos es el desarrollo de baterías baratas y duraderas. Muchos sistemas residenciales se echan a perder después de 3 a 5 años cuando la batería se agota, lo que socava la confianza que tienen los propietarios en el sistema, ya que ellos asumieron que habían obtenido acceso a un suministro de energía que duraría toda la vida. Sin embargo, demostrar como extender la vida de la batería hasta por un período de 10 años no es un proceso complicado. En efecto, para obtener el máximo rendimiento de una batería simplemente podría ser necesario que su propietario la cargue completamente al menos una vez cada dos semanas y que nunca deje que se descargue llegando a un nivel menor al 50% de su capacidad.

Además, nuestro equipo de investigación está estudiando la manera de rejuvenecer  baterías solares o de automóviles ya usadas – sin que exista la necesidad de ningún tratamiento químico o desmontaje – para su reutilización en un sistema de energía solar residencial.

Una vez que estas tecnologías se han perfeccionado, podemos centrar nuestra atención en el desarrollo de un modelo de negocios que requiera de la inversión de pocos recursos. También creemos que las actuales redes de distribución, venta y  mantenimiento de otros bienes y servicios pueden adaptarse para suministrar y proveer atención al cliente a los sistemas de energía solar. Por ejemplo, los mecánicos de bicicletas, que se encuentran en abundancia en África y en la India rural, o los propietarios de pequeñas tiendas y quioscos podrían ser entrenados para instalar y mantener estos sistemas.

La combinación de la generación de electricidad de baja inversión para los hogares y la posibilidad de vender los excedentes, que hace que se aumente la producción, y el acceso a redes de distribución y de mantenimiento pre-existentes cierra una brecha crucial en el mercado de energía. Esta es una idea simple que permitiría que millones de personas en zonas pobres y rurales en todo el mundo integren sus actividades a la economía en general, acumulen capital y mejoren sus vidas.

Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

https://prosyn.org/enfPGMves