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Impuesto a la riqueza, ¿sentido común?

BERKELEY – No me sorprendió que los principales contrincantes demócratas en las primarias comenzaran a estar de acuerdo con un «impuesto a la riqueza» en línea con lo propuesto por mis colegas Gabriel Zucman y Emmanuel Saez, de la University of California, Berkeley. Sí me sorprendió el grado de resistencia que encontraron, especialmente por parte de quienes debieran estar a favor de todo lo que lleve a los Estados Unidos hacia un sistema fiscal más progresivo. 

Cuando empecé a estudiar finanzas públicas, me enseñaron que existen tres principios fiscales, todos derivados de la máxima de Jean-Baptiste Colbert, un político francés del siglo XVII, «hay que desplumar al ganso de forma tal que se obtenga la mayor cantidad posible de plumas con la menor cantidad posible de graznidos».

El primer principio es ampliar siempre la base tributaria, para alcanzar las metas recaudatorias con las tasas fiscales más bajas (las que producen menos graznidos). El segundo es gravar los bienes y servicios con demanda inelástica, para minimizar los efectos distorsivos del sistema fiscal sobre la actividad económica en su conjunto. Finalmente, se debe cobrar impuestos a aquellos actores cuyo costo por el pago de impuestos es menor en términos de utilidad, es decir, a los ricos.

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