LONDRES/OXFORD – En el poema de Konstantinos Kavafis «Esperando a los bárbaros», los tan temidos bárbaros nunca llegan. «¿Qué será ahora de nosotros sin los bárbaros?», se pregunta el poema. «Eran una especie de solución».
Parece que nos hemos vuelto adictos a tener «bárbaros» útiles. Terroristas, narcotraficantes, contrabandistas de personas, hasta los refugiados: la política gira cada vez más en torno de amenazas simplificadas y soluciones fáciles. Así, por ejemplo, los congresistas republicanos dicen a los demócratas que no facilitarán nuevas entregas de ayuda militar a Ucrania si no se hace algo radical para cortar el flujo de migrantes y solicitantes de asilo en la frontera sur de los Estados Unidos.
En estos debates se pierde una apreciación del juego más amplio que se desarrolla. La «guerra contra el terrorismo», la «guerra contra las drogas» y el combate a las migraciones irregulares son muestras de algo que denominamos «desastronomía» (wreckonomics): un estado de disfunción funcional, en el que la presunta amenaza se va agravando conforme políticos, contratistas y fuerzas del orden la aprovechan para sus propios fines.
LONDRES/OXFORD – En el poema de Konstantinos Kavafis «Esperando a los bárbaros», los tan temidos bárbaros nunca llegan. «¿Qué será ahora de nosotros sin los bárbaros?», se pregunta el poema. «Eran una especie de solución».
Parece que nos hemos vuelto adictos a tener «bárbaros» útiles. Terroristas, narcotraficantes, contrabandistas de personas, hasta los refugiados: la política gira cada vez más en torno de amenazas simplificadas y soluciones fáciles. Así, por ejemplo, los congresistas republicanos dicen a los demócratas que no facilitarán nuevas entregas de ayuda militar a Ucrania si no se hace algo radical para cortar el flujo de migrantes y solicitantes de asilo en la frontera sur de los Estados Unidos.
En estos debates se pierde una apreciación del juego más amplio que se desarrolla. La «guerra contra el terrorismo», la «guerra contra las drogas» y el combate a las migraciones irregulares son muestras de algo que denominamos «desastronomía» (wreckonomics): un estado de disfunción funcional, en el que la presunta amenaza se va agravando conforme políticos, contratistas y fuerzas del orden la aprovechan para sus propios fines.