haass137_MIKHAIL KLIMENTYEVSPUTNIKAFP via Getty Images_putin MIKHAIL KLIMENTYEV/SPUTNIK/AFP via Getty Images

De una guerra por elección a una de perseverancia

NUEVA YORK – «La madurez lo es todo», dijo Edgar en el Rey Lear de Shakespeare. A la hora de negociar el fin de los conflictos internacionales o sus límites, tiene razón: los acuerdos solo se logran cuando los protagonistas principales están dispuestos a transigir y son después capaces de comprometer a sus respectivos gobiernos para implementar el acuerdo.

Esta verdad es muy relevante para cualquier intento de poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania a través de la diplomacia. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski tiene innumerables razones para poner fin a un conflicto que causó la muerte de miles de sus ciudadanos, destruyó grandes partes de varias ciudades importantes, dejó sin hogar a millones de personas y devastó la economía de Ucrania. Y su prestigio crece a cada hora, lo que le otorga fuerza política para lograr la paz, no a cualquier precio, pero sí con algún costo.

Ya hay señales de que puede estar dispuesto a ceder en cuanto a la inclusión de su país en la OTAN. No reconocería a Crimea como parte de Rusia, pero podría aceptar el desacuerdo entre ambos gobiernos sobre su situación, como lo han hecho en gran medida Estados Unidos y China durante medio siglo con Taiwán. De manera similar, no reconocerá la independencia de las «repúblicas populares» de Donetsk y Lugansk, pero podría firmar un acuerdo que les otorgue una autonomía significativa.

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