BERLÍN – Aunque la primavera está llegando a Europa, el continente parece haber vuelto de un salto a algunos de los momentos más gélidos de la Guerra Fría. De hecho, la invasión rusa a Ucrania no solo puso fin a un prolongado período de paz en Europa sino también al orden de seguridad europeo del cual dependía la paz.
Por supuesto, no fue algo repentino. Casi ocho años antes de enviar decenas de miles de soldados a Ucrania el 24 de febrero, Rusia anexó Crimea y lanzó una guerra entre sombras en la región de Dombás. Desde entonces la gente viene combatiendo y muriendo violentamente en Ucrania oriental, mientras el mundo observaba cómo el Kremlin intentaba «filetear» a un estado soberano rebanándole provincias.
Desde 2014 el marco europeo de paz solo existe en el papel, donde perduró gracias a las ilusiones de los europeos occidentales sobre las intenciones políticas rusas. El orden europeo anterior, que descansaba en la integridad absoluta de las fronteras, fue reemplazado por una forma más antigua de política europea de grandes potencias donde se reclaman unilateralmente zonas de influencia por la fuerza. La amenaza de otra Gran Guerra volvió entonces Europa y sorprendió política, militar y, sobre todo, psicológicamente a los europeos.
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The prevailing narrative that frames Israel as a colonial power suppressing Palestinians’ struggle for statehood grossly oversimplifies a complicated conflict and inadvertently vindicates the region’s most oppressive regimes. Achieving a durable, lasting peace requires moving beyond such facile analogies.
rejects the facile moralism of those who view the ongoing war through the narrow lens of decolonization.
The far-right populist Geert Wilders’ election victory in the Netherlands reflects the same sentiment that powered Brexit and Donald Trump’s candidacy in 2016. But such outcomes could not happen without the cynicism displayed over the past few decades by traditional conservative parties.
shows what Geert Wilders has in common with other ultra-nationalist politicians, past and present.
BERLÍN – Aunque la primavera está llegando a Europa, el continente parece haber vuelto de un salto a algunos de los momentos más gélidos de la Guerra Fría. De hecho, la invasión rusa a Ucrania no solo puso fin a un prolongado período de paz en Europa sino también al orden de seguridad europeo del cual dependía la paz.
Por supuesto, no fue algo repentino. Casi ocho años antes de enviar decenas de miles de soldados a Ucrania el 24 de febrero, Rusia anexó Crimea y lanzó una guerra entre sombras en la región de Dombás. Desde entonces la gente viene combatiendo y muriendo violentamente en Ucrania oriental, mientras el mundo observaba cómo el Kremlin intentaba «filetear» a un estado soberano rebanándole provincias.
Desde 2014 el marco europeo de paz solo existe en el papel, donde perduró gracias a las ilusiones de los europeos occidentales sobre las intenciones políticas rusas. El orden europeo anterior, que descansaba en la integridad absoluta de las fronteras, fue reemplazado por una forma más antigua de política europea de grandes potencias donde se reclaman unilateralmente zonas de influencia por la fuerza. La amenaza de otra Gran Guerra volvió entonces Europa y sorprendió política, militar y, sobre todo, psicológicamente a los europeos.
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