BERLÍN – Aunque la primavera está llegando a Europa, el continente parece haber vuelto de un salto a algunos de los momentos más gélidos de la Guerra Fría. De hecho, la invasión rusa a Ucrania no solo puso fin a un prolongado período de paz en Europa sino también al orden de seguridad europeo del cual dependía la paz.
Por supuesto, no fue algo repentino. Casi ocho años antes de enviar decenas de miles de soldados a Ucrania el 24 de febrero, Rusia anexó Crimea y lanzó una guerra entre sombras en la región de Dombás. Desde entonces la gente viene combatiendo y muriendo violentamente en Ucrania oriental, mientras el mundo observaba cómo el Kremlin intentaba «filetear» a un estado soberano rebanándole provincias.
Desde 2014 el marco europeo de paz solo existe en el papel, donde perduró gracias a las ilusiones de los europeos occidentales sobre las intenciones políticas rusas. El orden europeo anterior, que descansaba en la integridad absoluta de las fronteras, fue reemplazado por una forma más antigua de política europea de grandes potencias donde se reclaman unilateralmente zonas de influencia por la fuerza. La amenaza de otra Gran Guerra volvió entonces Europa y sorprendió política, militar y, sobre todo, psicológicamente a los europeos.
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Since 1960, only a few countries in Latin America have narrowed the gap between their per capita income and that of the United States, while most of the region has lagged far behind. Making up for lost ground will require a coordinated effort, involving both technocratic tinkering and bold political leadership.
explain what it will take finally to achieve economic convergence with advanced economies.
Between now and the end of this decade, climate-related investments need to increase by orders of magnitude to keep the world on track toward achieving even more ambitious targets by mid-century. Fortunately, if done right, such investments could usher in an entirely new and better economy.
explains what it will take to mobilize capital for the net-zero transition worldwide.
BERLÍN – Aunque la primavera está llegando a Europa, el continente parece haber vuelto de un salto a algunos de los momentos más gélidos de la Guerra Fría. De hecho, la invasión rusa a Ucrania no solo puso fin a un prolongado período de paz en Europa sino también al orden de seguridad europeo del cual dependía la paz.
Por supuesto, no fue algo repentino. Casi ocho años antes de enviar decenas de miles de soldados a Ucrania el 24 de febrero, Rusia anexó Crimea y lanzó una guerra entre sombras en la región de Dombás. Desde entonces la gente viene combatiendo y muriendo violentamente en Ucrania oriental, mientras el mundo observaba cómo el Kremlin intentaba «filetear» a un estado soberano rebanándole provincias.
Desde 2014 el marco europeo de paz solo existe en el papel, donde perduró gracias a las ilusiones de los europeos occidentales sobre las intenciones políticas rusas. El orden europeo anterior, que descansaba en la integridad absoluta de las fronteras, fue reemplazado por una forma más antigua de política europea de grandes potencias donde se reclaman unilateralmente zonas de influencia por la fuerza. La amenaza de otra Gran Guerra volvió entonces Europa y sorprendió política, militar y, sobre todo, psicológicamente a los europeos.
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