El putinismo, en crisis

PARÍS – ¿Por qué el presidente ruso, Vladímir Putin, apela a medidas cada vez más represivas contra sus oponentes? Después de todo, el régimen de Putin, que ya lleva casi 14 años, controla la mayoría de las instituciones públicas y todo el aparato de seguridad, incluidas las fiscalías públicas, y puede cerrar o censurar cualquier medio de comunicación en cualquier momento y sin preaviso. Así que, ¿para qué perseguir a periodistas, pequeños emprendedores y ONG, un método que conduce inevitablemente a la asfixia de la vida social y económica y condena al país al estancamiento? ¿Será que el león tiene miedo del ratón? ¿O será que el ratón no es tan pequeño e inofensivo como parece?

El historial reciente del gobierno es lamentable: en apenas unos meses, las autoridades sancionaron varias leyes represivas nuevas, hicieron que influyentes periodistas perdieran su trabajo y enjuiciaron a defensores de los derechos humanos, alcaldes, abogados y políticos destacados. La dirigencia política, los funcionarios del gobierno y los jueces ni se molestan en fingir que el sistema judicial es independiente y justo. El uso de kompromaty (materiales difamatorios falsos) está a la orden del día. Las clausuras de la filial rusa de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y de Radio Svoboda son ejemplos representativos de cómo se intenta restringir la libertad de expresión y limitar la cooperación extranjera.

Pero las últimas medidas represivas no lograron disuadir a la oposición ni silenciar las críticas. La discusión en Internet no ha perdido vigor, y las principales ciudades siguen siendo escenario de protestas callejeras. Hasta opositores llevados a juicio como Serguéi Udaltsov y Alexéi Navalny se las ingeniaron para “seguir en juego”. En octubre, plantando cara a amenazas y ataques informáticos, decenas de miles de personas votaron a través de Internet la composición del Consejo de Coordinación de la Oposición.

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