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Estados Unidos debe redescubrir el realismo en los derechos humanos

NUEVA YORK – No es ni accidente ni coincidencia el que China esté cometiendo lo que muchos llaman un genocidio contra los uigures musulmanes en Xinjiang y que Rusia haya encarcelado al disidente Alexei Navalny. Los chinos necesitan un Xinjiang tranquilo porque es un nodo clave de su Iniciativa Belt and Road que abarca el área eurasiática. El Kremlin necesita que las instituciones de gobierno encubran la acumulación de riquezas por parte de una elite gansteril y, en consecuencia, ve a Navalny como una amenaza seria.

Ambos países están dominados por sistemas autocráticos con los nervios a flor de piel que no se pueden permitir ofrecer opciones a nadie. Al llevar a cabo sus abusos recientes, implícitamente han hecho cálculos sobre cómo Estados Unidos y sus aliados responderán… o no.

En la política de las grandes potencias del siglo veintiuno, es vital contar con una política sólida de derechos humanos, porque las violaciones graves a las normas aceptadas internacionalmente son centrales para la gobernanza de los regímenes autoritarios. Por ello, Estados Unidos no debe deshacerse de la ventaja estratégica que le confiere su largo compromiso con los derechos humanos.

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