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Multilateralismo en un mundo G-Cero

MADRID – Este año, el encuentro de los líderes mundiales en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York se ha postergado. La noticia de la cancelación –la primera en los 75 años de historia de la ONU- se produjo una semana después de desconvocarse una reunión del G7 en Camp David y a un mes del abandono por el G20 de su proyectada cumbre virtual. En un momento en que la naturaleza global de los retos más apremiantes, que nos acucian a cada uno, es más evidente que nunca, no es que los instrumentos del multilateralismo resulten poco eficaces. Es que han dejado de funcionar. 

Y las consecuencias son más graves de lo que se capta a primera vista. Por supuesto, está la pandemia del COVID-19 –una crisis de salud pública sin precedentes que exige cooperación, en materia de diagnóstico, de terapia y, sobre todo, de desarrollo y distribución de una vacuna con celeridad y de manera amplia-. Nos enfrentamos asimismo a la recesión económica más severa desde la Gran Depresión, que no es descartable haga estallar una burbuja de deuda global sin precedentes.

Grave. Y, sin embargo, este sombrío panorama no abarca sino una fracción de los problemas del mundo. Las tensiones geopolíticas están en ascenso: en la Península de Corea, en la frontera entre China y la India, o entre Estados Unidos y China. Hasta la alianza transatlántica es un semillero de tensión, de relaciones deterioradas; un buen ejemplo es la reciente decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de reducir el número de tropas estadounidenses en Alemania. 

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