BERLÍN – Muchos norteamericanos ya han votado, y muchos más pronto irán a las urnas en lo que será el acontecimiento político más importante del mundo este año. La elección presidencial de Estados Unidos en 2020 es un momento decisivo en todos los sentidos de la palabra, no sólo para la democracia norteamericana sino también para el transatlanticismo y el futuro de Occidente.
Si Donald Trump es reelecto, hay buenas razones para dudar de que el transatlanticismo sobreviva los próximos cuatro años, o de que Occidente se mantenga unido de manera significativa. Sería un verdadero desastre en un año ya desastroso.
Afortunadamente, el contendiente demócrata de Trump, Joe Biden, ha liderado de manera consistente en las encuestas de opinión, lo que significa que pronto podría haber una oportunidad de que Occidente resurja como un actor geopolítico. La pregunta es cómo debería ser una relación transatlántica post-Trump. Regresar simplemente a la era pre-Trump no es una opción. Demasiado ha cambiado a ambos lados del Atlántico en los últimos años, incluidos los propios actores políticos clave.
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China’s exceptional growth in recent decades has influenced the education and career choices of young people and their families. But now that high-skilled jobs are drying up and recent graduates are struggling to find work, there is a growing mismatch between expectations and new realities.
argues that the rise in joblessness among young people does not spell economic apocalypse for China.
Since 1960, only a few countries in Latin America have narrowed the gap between their per capita income and that of the United States, while most of the region has lagged far behind. Making up for lost ground will require a coordinated effort, involving both technocratic tinkering and bold political leadership.
explain what it will take finally to achieve economic convergence with advanced economies.
BERLÍN – Muchos norteamericanos ya han votado, y muchos más pronto irán a las urnas en lo que será el acontecimiento político más importante del mundo este año. La elección presidencial de Estados Unidos en 2020 es un momento decisivo en todos los sentidos de la palabra, no sólo para la democracia norteamericana sino también para el transatlanticismo y el futuro de Occidente.
Si Donald Trump es reelecto, hay buenas razones para dudar de que el transatlanticismo sobreviva los próximos cuatro años, o de que Occidente se mantenga unido de manera significativa. Sería un verdadero desastre en un año ya desastroso.
Afortunadamente, el contendiente demócrata de Trump, Joe Biden, ha liderado de manera consistente en las encuestas de opinión, lo que significa que pronto podría haber una oportunidad de que Occidente resurja como un actor geopolítico. La pregunta es cómo debería ser una relación transatlántica post-Trump. Regresar simplemente a la era pre-Trump no es una opción. Demasiado ha cambiado a ambos lados del Atlántico en los últimos años, incluidos los propios actores políticos clave.
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