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Una modesta esperanza para el orden mundial post‑Trump

MADRID – Con la campaña presidencial en Estados Unidos acercándose al clímax, las predicciones sobre lo que vendrá después dominan el debate, y no sólo en Estados Unidos. En lo que concierne a las relaciones internacionales, los pronósticos van del apocalípsis al cauto optimismo. Pero lo que se necesita es una reflexión realista sobre un futuro viable.

Cuando digo «realista», no me refiero a la teoría homónima de relaciones internacionales que pone el acento en el estado soberano como actor movido por el interés propio. Según ese criterio, hay quien sostiene que más allá de sus torpezas y contramarchas, el presidente estadounidense Donald Trump consiguió poner límites a un aparato de política exterior fuera de goznes, que desde los albores de este siglo ha mostrado reiteradamente su incapacidad de promover los intereses de Estados Unidos.

Otros también llamados realistas reconocen que la política exterior de Trump ha sido un fracaso total, pero insisten en que crea una oportunidad para un muy necesario borrón y cuenta nueva. Este grupo también propugna una estrategia más contenida; que Estados Unidos adopte una postura de no intervención siempre que sea posible. Una política de «equilibrio a distancia» (offshore balancing) en la que Estados Unidos promueva sus intereses a través del empoderamiento de sus socios, y contenga a los actores hostiles dentro de los confines de sus respectivas regiones. Por cierto, China ya está siguiendo una estrategia hasta cierto punto similar.

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