boskin86_ Michael M. SantiagoGetty Images_inflation stocks Michael M. Santiago/Getty Images

Nuevo año, nuevo Congreso, nuevos riesgos económicos

STANFORD – El caos económico, financiero y político de 2022 ha expuesto los límites de los pronósticos. Recordemos las perspectivas de mediados de 2021, cuando a muy pocos observadores les preocupaba la inflación (yo estaba entre la pequeña minoría preocupada). El consenso “Blue Chip” -que refleja las opiniones de 50 pronosticadores del sector privado- era que el índice de precios al consumidor de Estados Unidos aumentaría apenas el 2,5% en 2022. Sin embargo, en los últimos 12 meses, el IPC “básico”, que excluye los precios volátiles de los alimentos y de la energía, ha aumentado el 6%. De la misma manera, se esperaba que la medición preferida de la Reserva Federal de Estados Unidos -el índice básico de gastos en consumo personal- aumentaría apenas el 2,7%; subió el 5%.

Más tarde, cuando la inflación efectivamente comenzó a subir, muchos insistían en que sería “transitoria”. El ajuste históricamente rápido de la política monetaria por parte de la Fed -aumentando repetidamente su tasa de política 75 puntos básicos, antes de moderar sus alzas con un incremento de 50 puntos básicos este mes- apenas estaba en el radar de los observadores de la Fed. A mediados de 2021, el bono del Tesoro de Estados Unidos a tres meses arrojaba un rendimiento de apenas el 0,1%. Hoy, el rendimiento es de 4,23%.

Frente a estos fallos de pronóstico, eran pocos los que a mediados de 2021 predecían una recesión en los próximos años. Pero ahora, casi el 90% de los analistas de Blue Chip esperan que el crecimiento del PIB real (ajustado por inflación) en 2023 sea del 1% o menos, y alrededor del 40% de ese grupo lo coloca en cero o en terreno negativo. Después de grandes alzas durante el año de confinamiento, los mercados bursátiles han entrado en territorio bajista. Las acciones tecnológicas, en especial, recibieron un fuerte impacto.

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