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Una solución reciproca para la disputa comercial entre Estados Unidos y China

NUEVA YORK – Para muchos aliados de Estados Unidos, los defectos en la guerra comercial del presidente Donald Trump con China –que está en suspenso durante 90 días después de la reunión Xi-Trump en Argentina- residen en la estrategia, no en la motivación. Por cierto, Europa y Japón comparten muchas de los reclamos de Trump. Lo que no saben reconocer es que también hay mucho que pueden hacer para que el sistema de comercio global –y sus relaciones con China- sean más justos y más eficientes.

Sin duda, China necesita tomar medidas para reformar sus políticas. Por empezar, los aranceles y las barreras no arancelarias de China son más altas que las de Estados Unidos y otros países de altos ingresos (aunque no más altas que la mayoría de los países en desarrollo con niveles de ingresos comparables). Y existen muchas restricciones a las firmas extranjeras que quieren operar en China, inclusive límites a la propiedad extranjera de empresas domésticas.

Reducir las barreras para ingresar al mercado chino beneficiaría no sólo a los productores extranjeros, sino también a los hogares y empresas chinos que utilizan piezas importadas. La liberalización comercial funcionaría como un recorte impositivo, aumentando los ingresos y mejorando la eficiencia sin exigir que el gobierno incremente el déficit presupuestario. La pasada liberalización comercial de China, luego de su acceso a la Organización Mundial de Comercio hace 17 años, indica que una medida de esa naturaleza no llevaría a un alza del desempleo, siempre que el mercado laboral chino siga siendo suficientemente flexible.

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