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El fin del mundo tal como lo conocemos

BERLÍN – Después de tres décadas de avanzar hacia un mercado global único gobernado por las reglas de la Organización Mundial de Comercio, el orden internacional ha sufrido un cambio fundamental. Estados Unidos y China están inmersos en una guerra arancelaria que, al principio, parecía girar en torno al balance comercial bilateral, pero que terminó siendo mucho más que eso. Hasta hace poco, podíamos albergar una esperanza en el hecho de que, a pesar de los frecuentes intercambios de amenazas, los dos países estaban negociando. Ya no.

El mes pasado, bajo presión de la administración del presidente norteamericano, Donald Trump, Google puso fin a su cooperación con Huawei, privando así al fabricante de teléfonos inteligentes chino de la licencia para utilizar el software Android de Google y otros servicios relacionados. La medida plantea una amenaza existencial para Huawei. Pero, más que eso, marca un nuevo pináculo en el conflicto sino-norteamericano y el fin de la globalización liderada por Estados Unidos. El mensaje de Estados Unidos es claro: las exportaciones de tecnología y de software ya no son simplemente una cuestión de negocios; tienen que ver con el poder. De ahora en adelante, Estados Unidos ejercerá su poderío sobre el mercado.

Ahora que el conflicto ha adquirido la forma de una lucha hegemónica, China tal vez tenga que esforzarse al máximo para proteger a sus empresas líderes nacionales. Eso implica retirarse lo más rápido posible de todas las cadenas de suministro que dependan de insumos de alta tecnología fabricados en Estados Unidos, particularmente semiconductores. China tendría que empezar a abastecerse de todos los componentes necesarios internamente, o conseguirlos de socios seguros dentro de su órbita.

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