Richard Haass, President Emeritus of the Council on Foreign Relations, previously served as Director of Policy Planning for the US State Department (2001-03), and was President George W. Bush's special envoy to Northern Ireland and Coordinator for the Future of Afghanistan. He is the author of The Bill of Obligations: The Ten Habits of Good Citizens (Penguin Press, 2023) and the weekly Substack newsletter “Home & Away.”
NUEVA YORK – Las Naciones Unidas cumplen 75 años este otoño; si se tratara de un año normal, muchos de los líderes del mundo se reunirían en la ciudad de Nueva York para celebrar este hito y abrir la reunión anual de la Asamblea General.
Pero este año es cualquier cosa, menos normal. No habrá ninguna reunión debido a la COVID-19, e incluso si la hubiera, no tendríamos mucho que celebrar. Las Naciones Unidas han quedado muy lejos de cumplir sus metas de «mantener la paz y la seguridad internacional», «desarrollar relaciones amistosas entre los países» y «lograr la cooperación internacional para solucionar problemas internacionales».
La pandemia nos ayuda a ilustrar el porqué: el Consejo de Seguridad de la ONU —el componente más importante de su sistema— logró en gran medida tornarse irrelevante; China bloqueó cualquier papel significativo del órgano ejecutivo de la ONU, no vaya a ser que se la critique por la mala gestión inicial del brote y se la responsabilice por sus consecuencias. Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud cedió ante China al principio y se vio aún más debilitada por la decisión de Estados Unidos de abandonarla. El resultado es que las grandes potencias consiguen la ONU que quieren, no la que el mundo necesita.
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