La guerra de nervios de Turquía

Con el agravamiento del impasse político que rodea a la elección de un nuevo presidente, Turquía está ingresando en un período crítico que podría tener un profundo efecto tanto en la evolución interna del país como en una democracia secular y sus relaciones con Occidente. La candidatura presidencial del islamista moderado Abdullah Gul, actual ministro de Relaciones Exteriores, ha sido rechazada por el máximo tribunal de Turquía y la elección parlamentaria programada para noviembre ha sido trasladada a julio en un esfuerzo por romper la crítica situación política. Pero estas medidas probablemente no alivien las tensiones entre el gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan y el ejército de Turquía, que se ve a sí mismo como el guardián del estado secular del país.

Por el contrario, estas tensiones han recrudecido como resultado de los cambios en los más altos grados de las fuerzas armadas turcas, particularmente la sustitución en el pasado mes de agosto del general Hilmi Ozkok como jefe del estado mayor turco. Ozkok era un moderado que mantenía un bajo perfil e intentaba desarrollar buenas relaciones de trabajo con Erdogan. En cambio, su sucesor, el general Yasar Buyukanit, es un fuerte partidario del laicismo que ha sido mucho más explícito a la hora de expresar las opiniones del ejército.

En un discurso pronunciado el pasado mes de octubre ante el Comando de Academias Militares en Estambul, Buyukanit públicamente advirtió que Turquía enfrentaba una seria amenaza del “fundamentalismo”. Muchos consideraron esa carga como una crítica directa a Erdogan y al oficialista Partido de Justicia y Desarrollo (AKP).

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