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Aprovechemos la ocasión

MADRID – Las elecciones del pasado 7 de junio han demostrado que Turquía es una democracia. A pesar de que la campaña electoral no ha sido del todo transparente. Asimismo, la nueva distribución de los escaños de la asamblea da lugar a lecturas claras, tanto en el terreno doméstico como en el internacional.

En primer lugar, la sociedad turca ha comprendido la importancia de esta cita electoral, y ha acudido mayoritariamente a votar, llegando al 86% de participación. Esta cifra tan elevada rara vez se alcanza en los países europeos. Además, el Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP), que por primera vez se presentaba como candidato y que ha integrado a los kurdos junto a otros grupos, ha conseguido superar la barrera electoral del 10%. Asimismo, ha logrado una gran representación en todo el país, no solo en las zonas de mayoría kurda. Por otro lado, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) se ha quedado lejos de la mayoría absoluta y, por tanto, de la cualificada que necesitaba para llevar a cabo la reforma constitucional. Por último, los resultados electorales han puesto en evidencia la gran pluralidad de Turquía. Además de los kurdos, los grupos minoritarios alevíes y cristianos han aumentado en gran medida su representación parlamentaria; y los yazidíes y gitanos estarán representados por primera vez.

Cabe esperar que esta nueva conformación de la asamblea tenga consecuencias notables en el desarrollo de la política exterior del país. En los últimos años, se ha demostrado que el deseo de tener “cero problemas con los vecinos” era inalcanzable. Por el contrario, Ankara ha jugado un papel confuso en la región. Sus actuaciones en Siria y en Egipto, entre otros, no han satisfecho ni a los países suníes de la región pero tampoco a Occidente.

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