haass91_Sadak souici_Barcroft Media via Getty Images Sadak souici / Barcroft Media via Getty Images

Occidente debe enfrentar la realidad en Turquía

NUEVA YORK – El actual enfrentamiento entre Turquía y su otrora aliado Estados Unidos ha convertido la crisis cambiaria que aqueja al país en un problema político de primer orden. La cuestión inmediata es la negativa turca a liberar al pastor estadounidense Andrew Brunson, retenido bajo acusaciones de terrorismo, espionaje y subversión, por su presunta participación en el intento de golpe de julio de 2016 contra el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan.

El gobierno estadounidense tiene razón en cuestionar la detención de Brunson, pero su reacción ha sido contraproducente. En particular, la imposición de aranceles adicionales a las importaciones de acero y aluminio de Turquía a Estados Unidos puede debilitar todavía más la confianza en la economía turca y dar inicio a una crisis más amplia que perjudicaría seriamente a la economía global. Además, los aranceles permiten a Erdoğan culpar a Estados Unidos por los problemas económicos de su país, en vez de asumir la incompetencia de su propio gobierno.

Todavía puede darse que el gobierno turco encuentre el modo de liberar a Brunson, y que el presidente estadounidense Donald Trump, ansioso de demostrar fidelidad a los evangélicos que forman una parte importante de su base de seguidores, anule los aranceles. Pero incluso si se resuelve la crisis inmediata, subsistirá la crisis estructural en la relación de Turquía con Estados Unidos (y con Occidente en general). Estamos presenciando la disolución gradual pero ininterrumpida de una relación que ya es una alianza sólo de nombre. Si bien el gobierno de Trump tuvo razón al confrontar a Turquía, no sólo eligió la respuesta equivocada, sino también la cuestión equivocada.

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