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El trumpismo y la filosofía del orden mundial

HAMDEN, CONNECTICUT – Tras las cumbres de la OTAN y Helsinki, muchos liberales se han visto tentados a condenar la conducta del Presidente Donald Trump en términos personales. Su abrazo con Vladimir Putin y su desaire a sus propios servicios de inteligencia y a los aliados tradicionales de Estados Unidos parecen revelar que no está en sus cabales. O que se lo ha manipulado. O que sufre de inestabilidad mental. O que es el mejor “cómplice” de los rusos, un traidor.

Cualquiera de estos juicios bien puede ser verdad. Pero hay una explicación más profunda -e incluso más problemática- a su comportamiento: que surge de sus ideas, especialmente de su apuesta filosófica acerca del orden mundial, mucho más difíciles de combatir.

Por supuesto, Trump no es ningún filósofo. Y, sin embargo, canaliza instintivamente ciertos conceptos gracias a su dominio de la narrativa popular y su gran sensibilidad a cómo reaccionan emocionalmente sus partidarios. Con cada acto público, se ve estimulado por las masas a afinar sus ideas para que cumplan las necesidades emocionales que percibe, y que su vez politiza a través de las redes sociales.

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