

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
LONDRES – Estados Unidos no puede ganar su guerra de aranceles contra China, sin importar lo que diga o haga el presidente Donald Trump en los próximos meses. Trump cree que lleva las de ganar en este conflicto, porque la economía estadounidense es fuerte y porque políticos tanto republicanos cuanto demócratas apoyan el objetivo estratégico de frustrar el ascenso de China y preservar el dominio global estadounidense.
Pero irónicamente, esta aparente fortaleza es la debilidad fatal de Trump. Aplicando el principio de artes marciales de redirigir la fuerza del oponente en su contra, China puede ganar fácilmente la competencia arancelaria, o al menos pelearle a Trump un empate.
Desde David Ricardo los economistas sostienen que restringir las importaciones reduce el bienestar de los consumidores y dificulta el crecimiento de la productividad. Pero la razón principal por la que Trump se verá obligado a ceder no es esa. Para evaluar las fortalezas respectivas en el conflicto sinoestadounidense, hay otro principio económico –poco invocado para explicar la futilidad de las amenazas arancelarias de Trump– mucho más importante que el concepto ricardiano de ventajas comparativas: la gestión keynesiana de la demanda.
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