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Por qué Trump no puede amedrentar a China

CAMBRIDGE – A medida que el presidente estadounidense Donald Trump procede a desestabilizar el orden económico mundial de posguerra, buena parte del mundo contiene la respiración colectivamente. Los comentaristas buscan palabras para describir su ataque a las normas convencionales de liderazgo y tolerancia en una democracia liberal moderna. Los medios de comunicación, frente a un presidente que a veces puede estar muy mal informado y, sin embargo, realmente cree lo que está diciendo, dudan en etiquetar como mentiras sus declaraciones falsas.

Algunos podrían argumentar que más allá del caos y las bravatas, el desordenado abandono de la globalización por parte del gobierno de Trump tiene una lógica económica. Desde ese punto de vista, se ha engañado a Estados Unidos para permitir el ascenso de China, y un día los estadounidenses lo lamentarán. Los economistas tendemos a ver la renuncia del liderazgo mundial de Estados Unidos como un error histórico.

Es importante reconocer que las raíces del movimiento antiglobalización en los Estados Unidos se remontan mucho más allá que los obreros marginados y desfavorecidos. Por ejemplo, algunos economistas se opusieron a la Asociación Transpacífico (un acuerdo comercial de 12 países que habría cubierto el 40% de la economía mundial) sobre la cuestionable base de que habría perjudicado a los trabajadores estadounidenses. De hecho, el TPP habría abierto Japón mucho más de lo que habría afectado a los EE.UU. Rechazarlo no hace más que abrir la puerta a la dominación económica china en todo el Pacífico.

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