drew18_Saul Loeb_Michael Reynolds_Getty Images Saul Loeb/Michael Reynolds/Getty Images

La crisis nerviosa de la Casa Blanca

WASHINGTON – A ambos lados del cerco de la Casa Blanca abundan los ataques casi nerviosos. Se dice que el personal de la Casa Blanca está al borde del colapso -saltando de una crisis presidencial a otra, intentando todo el tiempo esconderse de un presidente gritón-. Del otro lado del cerco de la Casa Blanca, gran parte de Washington observa la desintegración de una presidencia, y ni siquiera los demócratas lo están disfrutando demasiado. Un presidente aparentemente fuera de control hace que cualquier ciudadano pensante se sienta, en el mejor de los casos, intranquilo.

Informes confiables provenientes de la Casa Blanca indican que el presidente pasa gran parte del día mirando los noticieros por televisión y que se enfurece con lo que ve (con una excepción: Fox News), y con los colaboradores por permitir que ese tipo de informes vean la luz. Los colaboradores intentan no llevarle malas noticias por miedo a que les grite.

El nombramiento del fiscal especial Robert Mueller por parte del vicefiscal general Rod Rosenstein (que tenía que salir al rescate de su propia reputación) no mejorará demasiado el humor del presidente Donald Trump. Mueller, un ex director del FBI muy respetado, mantendrá viva durante algún tiempo la investigación sobre si la campaña o los socios políticos de Trump conspiraron con Rusia en sus esfuerzos por que Trump resultara electo. Es una cuestión que claramente inquieta a Trump -y que no se atreva a despedir a Mueller-. Pero si, como dijo el anuncio de Rosenstein, Mueller está limitado a investigar "delitos federales", las cuestiones más amplias escaparán a su escrutinio. Existen ofensas procesables que no son delitos.

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