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Trump casi provoca una guerra con Irán

WASHINGTON, DC – Los tensos y peligrosos intercambios recientes entre Estados Unidos e Irán dicen mucho acerca de la política exterior del presidente estadounidense Donald Trump. Básicamente, que no hay tal política. Se toman decisiones de peso sobre la base de reacciones viscerales y de impulsos frecuentemente contradictorios; por ejemplo, buscar un acuerdo y al mismo tiempo amenazar con usar la fuerza. La única visión o filosofía general, si la hay, es que Trump quiere evitar otra guerra larga y costosa. Y sin embargo, casi se mete en una por culpa de su torpeza.

Durante la campaña para la presidencia, Trump prometió repatriar las fuerzas estadounidenses, y a veces se abstuvo de responder a provocaciones (en particular, de milicias con respaldo iraní en todo Medio Oriente). Esto inspiró en los iraníes (y en casi todos) la falsa creencia de que seguiría poniendo la otra mejilla. Pero entonces algunos miembros del ala derecha del Partido Republicano y, lo más importante, comentaristas de Fox News empezaron a tildarlo de débil. Y decir eso de Trump es peligroso: su presidencia es la prueba de por qué no hay que elegir para ese cargo a una persona insegura.

Otra característica de la política exterior de Trump es que hoy está rodeado por una camarilla de mediocres: no hay nadie con visión de largo alcance, ningún pensador estratégico creativo, ningún espíritu independiente. Ya nombró cuatro asesores de seguridad nacional en tres años, dos secretarios de defensa, dos secretarios de Estado; y otros muchos puestos clave en política exterior siguen vacantes. Esto transmite una lección clara: el único modo de durar con Trump es no contradecirlo. Y esta expectativa de deferencia incondicional es mucho más problemática con un presidente que sabe muy poco y carece de curiosidad.

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