A Radioactive Warning Sign Getty Images

El riesgo de malinterpretar a Kim Jong-un

MILÁN – Los gobernantes a los que se considera “locos” siempre han sido los más difíciles de evaluar para los observadores políticos. Pero en realidad, rara vez es un problema de psicopatología: por lo general, el rótulo sólo señala una conducta diferente a lo que los analistas convencionales esperaban.

Fue sin duda el caso del líder religioso sirio Rashid al-Din Sinan, en el siglo XII. Durante la Tercera Cruzada, el supuestamente loco “Viejo de la Montaña” (como se lo conocía) logró obstaculizar el avance de los cruzados sobre Jerusalén enviando a sus seguidores a cometer asesinatos selectivos. Tras cumplir las órdenes, los asesinos solían quedarse en el lugar a la espera de ser capturados, bien a la vista de la población local, para que su líder recibiera el debido reconocimiento por el acto.

En aquel momento, esas acciones eran incomprensibles para la mente occidental. Los occidentales comenzaron a llamar a los seguidores del Viejo “hashashin”, o sea, consumidores de hachís, porque creían que la única explicación posible de semejante desprecio “insensato” por el propio bienestar físico era la intoxicación. Pero en general los hashashin no eran usuarios de drogas. Y lo más importante es que tuvieron éxito: cuando finalmente asesinaron a Conrado de Montferrato, eso llevó directamente al colapso político de la coalición de los cruzados y a la derrota de Ricardo Corazón de León de Inglaterra. Como dice Polonio de Hamlet, en la locura del Viejo había método.

https://prosyn.org/33F0j3res