Palestinians watch Trump's speech Ahmad Gharabli/Getty Images

Donald Trump frente a la paz en Oriente Próximo

JERUSALÉN – En cerca de tres semanas, el gobierno de Estados Unidos ha atacado al pueblo palestino en tres frentes. Primero, el 17 de noviembre la administración del Presidente Donald Trump anunció su decisión (rescindida más adelante ) de cerrar la oficina diplomática de la Organización de Liberación de Palestina en Washington, DC. Luego, el 5 de diciembre el Congreso votó por unanimidad la adopción de la Taylor Force Act, que bloquea la ayuda a la Autoridad Palestina de 2018 a 2024, a menos que deje de pagar salarios mensuales y otros beneficios a las familias de los militantes palestinos caídos o presos. Pero fue el tercer ataque, el que vino al día siguiente, el que será más devastador para los esfuerzos por lograr la paz.

Desafiando a la abrumadora oposición global, por no mencionar las resoluciones pasadas del Consejo de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas, Trump anunció que Estados Unidos reconocerá oficialmente a Jerusalén como capital de Israel. El mensaje es claro: la administración Trump está decidida a dictar la versión israelí de la paz a los palestinos, en lugar de mediar un acuerdo equitativo entre ambos bandos.

Por supuesto, no es así como la administración Trump lo presenta. Como informó el New York Times antes del anuncio, sus autoridades creen que la decisión, que implica la mudanza de la embajada en Israel a Jerusalén, en realidad podría acelerar el proceso de paz “al eliminar una fuente de ambigüedad de la posición estadounidense”. Después de todo, señalan, la cuestión de la embajada reaparece cada seis meses, cuando el presidente tiene que firmar una nueva autorización para mantener la embajada en Tel Aviv, proceso que, desde su perspectiva, genera cada vez tensiones políticas.

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