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El espejismo de Oriente Medio de Trump

NUEVA YORK – Ha pasado suficiente tiempo para leer y digerir las más de 180 páginas de lo que el gobierno de Estados Unidos llama “Paz para la prosperidad: una visión para mejorar la vida de los pueblos palestino e israelí”. También se lo conoce (a veces burlonamente) como “El acuerdo del siglo”. O, en términos más neutrales, se lo describe como el último plan de paz norteamericano para Oriente Medio.

Sólo que no lo es. La propuesta –supervisada por el asesor sénior de la Casa Blanca Jared Kushner, el yerno del presidente Donald Trump, y difundida por Trump el 28 de enero- no es un plan para la paz. Si lo fuera, no habría sido desarrollada por Estados Unidos e Israel sin una participación palestina significativa. No habría sido difundida con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recientemente procesado, de pie al lado de Trump, en medio del juicio político del presidente norteamericano y de una campaña por la reelección, frente a una audiencia acérrimamente pro-Israel. Se supone que la paz tiene que ser entre dos pueblos, no dos personas.

Es justo decir que el plan, en efecto, incluye una cantidad de puntos deseables. Exige dos estados, la única estrategia que podría satisfacer al nacionalismo palestino y permitirle a Israel seguir siendo democrático y judío. Disipa los temores de seguridad israelíes. Y es realista: reconoce que los más de un millón de refugiados palestinos sólo pueden ser albergados en un estado palestino y que los grandes bloques de asentamientos que contienen a cientos de miles de israelíes deben volverse parte de Israel.

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