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La estrategia de contrainteligencia de Trump

ATLANTA – Durante más de dos años, el presidente norteamericano, Donald Trump, ha colmado de elogios a los autoritarios del mundo, ha difamado a los aliados democráticos de Estados Unidos y ha emprendido un esfuerzo, motivado por el ego, destinado a resolver el nudo gordiano del programa de armas nucleares de Corea del Norte. Pero ahora, los efectos de las políticas exteriores delirantes de Trump están pagando las consecuencias. En ningún otro lugar esto es más evidente que en las agencias de inteligencia de Estados Unidos, donde los profesionales encargados de salvaguardar la seguridad nacional del país se esfuerzan por poner al presidente al tanto de realidades que no quiere ver.

Luego del informe anual de amenazas presentado ante el Congreso en enero, Trump profirió una ráfaga de tuits cuestionando la credibilidad del testimonio de sus propios jefes de inteligencia. Si bien el contenido de esos tuits era típicamente imprudente, sería un error desestimarlos y considerarlos un simple berrinche del Niño en Jefe. La petulancia de Trump influye directamente en la capacidad de la comunidad de inteligencia a la hora de hacer su trabajo.

La intención de Trump de menoscabar a sus propios jefes de inteligencia es difícil de ignorar. Fuentes anónimas de la Casa Blanca recientemente sugirieron a los periodistas que Trump está ansioso por deshacerse de Dan Coats, el director de la inteligencia nacional. Al desestimar rápidamente los informes sobre el testimonio de los funcionarios de inteligencia y calificarlos de “noticias falsas”, Trump le mandó un mensaje trascendente a Coats: su empleo no depende de su desempeño, sino de su voluntad de servir al presidente.

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