Trump Saudi Arabia Mandel Ngan/AFP/Getty Images

El arcaico régimen de Donald Trump

PRINCETON – Algo parecido al Estados Unidos de Donald Trump ya surgió anteriormente en la historia. Piense un poco: Trump pasa su tiempo en el Despacho Oval, que ahora está decorado con cortinas doradas; o, en su complejo vacacional de Mar-a-Lago, que tiene una torreta, puertas protegidas, y una cama principesca con dosel. Él es un moderno Luis XIV, viviendo en su propia versión de Versalles.

Al igual que su análogo histórico, el presidente número cuarenta y cinco de Estados Unidos está obsesionado con verdades y mentiras, con la autenticidad y la falsedad. Él ha exigido ser trasladado en procesión por el Mall, la calle-alameda en el centro de Londres, en un carruaje cuando lleve a cabo su primera visita oficial al Reino Unido. Y, antes de que transcurran 100 días desde su posesión en la presidencia, ya había emitido una orden para que se matara a personas en Siria mientras efusivamente hablaba sobre “el más hermoso pedazo de pastel de chocolate nunca antes visto”.

La historia no se repite, pero, como dijo Mark Twain, “rima”. Trump también rima con el pasado. Pero su presidencia no es una repetición del fascismo del siglo XX, como el historiador de Yale Timothy Snyder y otros han argumentado. Más bien, el presidente de EE.UU a quien le obsesiona la televisión está recreando algo mucho más antiguo, y que tiene más similitudes con una fantasía de Disney: su propia corte principesca.

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