buruma148_TEDALJIBEAFPGettyImages_peopletakingpictureswaxdeng Ted Aljibe/AFP/Getty Images

La victoria de Deng Xiaoping

NUEVA YORK – El masivo movimiento de protesta que estalló en China en la primavera de 1989, centrado (pero no confinado) en la Plaza Tiananmen de Beijing, parece haber sido una revuelta anticomunista fracasada. Mientras se desarrollaba la brutal represión de los días 3 y 4 de junio y después, Europa central ganaba libertades políticas; primero en Polonia y Hungría, y luego en Alemania Oriental, Checoslovaquia, Bulgaria y (en forma violenta y bastante antidemocrática) en Rumania. Menos de dos años después, tras la súbita apertura de las reformas de Mikhail Gorbachev, la Unión Soviética colapsaba.

Estas revoluciones democráticas siguieron a otras revueltas que unos años antes habían exigido “poder para el pueblo” en el noreste y sudeste de Asia. Fueron tiempos felices para estar vivo. Francis Fukuyama no era el único estadounidense que creía que la democracia liberal había triunfado para siempre. No había alternativa a lo que en todas partes se veía como la simbiosis natural entre el capitalismo y la sociedad abierta. Sólo podían existir juntos. En cuanto las clases medias tuvieran libertad económica, inevitablemente seguiría la democracia auténtica.

Había en aquel momento tal sensación de triunfo liberal post Guerra Fría que muchos países occidentales, especialmente Estados Unidos, consideraron que ya no era necesaria mucha regulación estatal que contuviera los espíritus animales de la libre empresa. Y diversos evangelistas del neoliberalismo llevaron ese mismo mensaje a la Europa poscomunista.

https://prosyn.org/6X566m0es