KUALA LUMPUR – Vacunar al mundo contra el COVID-19 es una de las mayores iniciativas no bélicas que la humanidad haya emprendido jamás. Muchos países han desarrollado planes de vacunación ambiciosos, sensibles en lo político y con secuencias cuidadosamente diseñadas, pero será un reto ejecutarlos satisfactoriamente. Para lograrlo, las autoridades harían bien en integrar con realismo tres supuestos a su planificación de vacunación para este 2021 y los años sucesivos.
Primero, las demoras son inevitables. Más de dos meses después de la primera inyección de una vacuna anti COVID-19 el 8 de diciembre de 2020, en varios países se están desvaneciendo las esperanzas de un despliegue rápido. Las retenciones de la producción han dado pie a amenazas de la Unión Europea de acciones legales y restricciones a las exportaciones. Y hay varias razones para esperar más demoras.
Para comenzar, las limitaciones actuales para su fabricación son abrumadores. Las empresas deben aumentar la escala o adaptar fábricas para producir miles de millones de dosis al año, mientras que las cadenas de suministro de las vacunas se siguen desarrollando a medida que se les exige más y más. Por ejemplo, las vacunas Pfizer/BioNTech y CureVac usan nanopartículas de lípidos fabricadas por el mismo proveedor.
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Despite an increasingly challenging economic and geopolitical environment, the global economy performed better than expected over the past year. But although analysts’ projections for 2023 were too pessimistic, it appears that consensus forecasts for the coming year may have have swung too far in the opposite direction.
worries that domestic political divisions and market volatility could exacerbate financial vulnerabilities.
If COP28 is to be judged a success, the UAE, as the summit’s host, and other hydrocarbon producers should promise to dedicate some of the windfall oil and gas profits they earned last year to accelerating the green transition in the Global South. Doing so could encourage historic and current emitters to pay their fair share.
urges oil-exporting countries to kickstart a program of green investment in the Global South at COP28.
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KUALA LUMPUR – Vacunar al mundo contra el COVID-19 es una de las mayores iniciativas no bélicas que la humanidad haya emprendido jamás. Muchos países han desarrollado planes de vacunación ambiciosos, sensibles en lo político y con secuencias cuidadosamente diseñadas, pero será un reto ejecutarlos satisfactoriamente. Para lograrlo, las autoridades harían bien en integrar con realismo tres supuestos a su planificación de vacunación para este 2021 y los años sucesivos.
Primero, las demoras son inevitables. Más de dos meses después de la primera inyección de una vacuna anti COVID-19 el 8 de diciembre de 2020, en varios países se están desvaneciendo las esperanzas de un despliegue rápido. Las retenciones de la producción han dado pie a amenazas de la Unión Europea de acciones legales y restricciones a las exportaciones. Y hay varias razones para esperar más demoras.
Para comenzar, las limitaciones actuales para su fabricación son abrumadores. Las empresas deben aumentar la escala o adaptar fábricas para producir miles de millones de dosis al año, mientras que las cadenas de suministro de las vacunas se siguen desarrollando a medida que se les exige más y más. Por ejemplo, las vacunas Pfizer/BioNTech y CureVac usan nanopartículas de lípidos fabricadas por el mismo proveedor.
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