brexit london Alberto Pezzali/NurPhoto via Getty Images

El eterno Brexit

LONDRES – Los parlamentarios británicos pronto tendrán que tomar una de las decisiones políticas más difíciles de sus vidas. La elección será entre aprobar el acuerdo para el Brexit negociado por la primera ministra Theresa May con la Unión Europea, salir de la UE por las malas sin un acuerdo o tratar de revertir todo el proceso de salida. En relación con la tercera opción, ya pasaron dos años y medio desde que una escasa mayoría de los británicos votó por abandonar la UE, y las últimas encuestas ahora señalan que una mayoría preferiría quedarse.

La decisión de celebrar un referendo sobre la pertenencia a la UE la tomó el predecesor conservador de May, David Cameron, al parecer pensando más en consideraciones políticas que en el interés nacional. Cameron esperaba restar poder a una facción de su partido formada por oportunistas y nacionalistas ingleses de derecha, pero su inepta jugada le estalló en la cara y tuvo que renunciar al poco tiempo, dejándole a su sucesora la nada envidiable tarea de interpretar el verdadero significado del resultado del referendo. May decidió que “Brexit es Brexit”, y desde entonces ha liderado un proceso al que ella misma al principio se opuso.

Desde el inicio, tres factores complicaron la tarea de May. En primer lugar, los partidarios del Brexit habían tejido una red de mentiras y falsas ilusiones respecto de lo que verdaderamente implicaría abandonar la UE. Prometieron una salida fácil en la que el Reino Unido se quedaría con el pan y con la torta: ganaría mucho, no perdería nada y partiría en busca de una tierra prometida, libre de las regulaciones de la UE. Como amos de su propio destino, los británicos cerrarían nuevos acuerdos comerciales con quien quisieran. Pero para aparente sorpresa de los partidarios del Brexit, la UE no pudo ni quiso permitir que un país disfrutara todos los beneficios de la pertenencia sin aceptar las obligaciones que trae aparejadas.

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