La revolución sin memoria

Hace cuarenta años Mao Zedong dio inicio a la Revolución Cultural. El Departamento de Propaganda del gobernante Partido Comunista chino ha emitido una orden prohibiendo cualquier tipo de evaluación o conmemoración de este desastre, como parte de su apuesta por hacer que los chinos echen al olvido esa década perdida.

Al condenar a los japoneses por negarse a abordar el tema de la masacre de Nanjing durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades chinas proclaman que olvidar el pasado equivale a traicionar al pueblo. Sin embargo, para los chinos la Revolución Cultural fue en si misma una traición que se prolonga hasta el día de hoy. Todos los terribles acontecimientos ocurridos desde entonces – la masacre de la Plaza Tiananmen Square, la persecución de Falun Gong y la represión de los activistas de los derechos civiles- son el fruto nocivo de ese pecado original sin expiar.

La Revolución Cultural marcó el punto culminante de la exterminación de clases practicada por el Partido durante los años 60. Los sobrevivientes de todos los movimientos políticos previos, cautivados ahora por el culto a la personalidad de Mao, se vieron libres de ataduras para matar y buscar venganza con toda impunidad. Mao resumió este estado psicológico: “Es el momento de levantarse, y me complace el caos.” En su directiva llamada “Acerca de los incidentes en que los unos atacan a los otros”, Mao planteó: “¿Y qué? La buena gente se conoce entre si enfrentándose, y a las malas personas les hace bien que las buenas personas las ataquen...”

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