Según la versión de la ciencia moderna del Génesis –menos colorida que la historia bíblica, pero no menos maravillosa- la Tierra nació, junto con el sol y otros planetas, en un torbellino de gases y polvo hace cerca de 4,5 mil millones de años, poco más de nueve mil millones de años después del Big Bang. Quinientos millones de años después, nuestro planeta se había recuperado lo suficiente de los remezones de su violento nacimiento como para volverse físicamente capaz de albergar vida. Después de menos de otros quinientos millones de años llegó a hacerlo, en la forma de una entidad denominada el último ancestro común universal (LUCA, por si sigla en inglés), que dio origen a través de la evolución a todas las criaturas vivientes conocidas, incluidos microbios de diferentes tipos, plantas, hongos, animales y seres humanos.
Los organismos primitivos surgieron de la materia sin vida en aguas probablemente calientes, sulfúricas, cargadas de metales y volcánicas. Esta improbable mezcla posiblemente fue "condimentada" con abundancia de pequeñas moléculas orgánicas, como aminoácidos, azúcares, bases de nitrógeno y otros componentes típicos de los constituyentes biológicos. Uno de los descubrimientos más asombrosos de las últimas décadas, revelado por la exploración del espacio cerca de los objetos celestes cercanos, y especialmente de los meteoritos caídos en la Tierra, es que muchos de los componentes químicos básicos de la vida se forman espontáneamente en todo el universo. La química orgánica, llamada así porque se creía que era exclusiva de los organismos vivos, ha resultado ser la más generalizada y banal de las químicas: la del carbono.
No se sabe en detalle cómo fue que esta "química cósmica" dio origen a las primeras células vivientes, pero el proceso se puede resumir en dos palabras. La primera es
química
, la esencia de la vida. Los seres vivos fabrican constantemente sus propios constituyentes a partir de pequeños componentes orgánicos e inorgánicos, con la ayuda de catalizadores llamados enzimas y de energía derivada de la luz solar, fuentes minerales y sustancias alimenticias creadas por otros organismos. Algo parecido ocurrió en el origen de la vida, pero por medio de otras vías, por la acción de catalizadores y fuentes de energía que están aún por identificar.
Se han dedicado a este problema grandes esfuerzos de investigación. Se ha aprendido mucho, pero no hay soluciones a la vista. Todo lo que se puede decir es que los procesos en cuestión, por ser químicos, deben de haber sido altamente deterministas y reproducibles, es decir, que tienden a ocurrir en las condiciones adecuadas. Si la química admitiera incluso un pequeño elemento de azar, no existirían los laboratorios ni las fábricas químicas.
La segunda palabra clave es
replicabilidad
, la capacidad de ciertas moléculas portadoras de información de inducir la producción de copias (complementarias) de si mismas por parte de los mecanismos responsables de la síntesis de su tipo. Esta función, que hoy cumple principalmente el ADN, probablemente fue realizada primero por el ARN, un pariente cercano.
Al comienzo, la replicación era tarea sólo de las moléculas de ARN. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a tomar parte de la síntesis de proteínas según los patrones proporcionados por estas moléculas, de modo que la replicación pasó también a las proteínas por medio del ARN (y, finalmente, del ADN). A su vez, la replicación pasó a afectar, por medio de las proteínas, a objetos cada vez más complejos, hasta llegar a las células y los organismos multicelulares.
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La replicación hizo posible la reproducción sin fin de las mismas entidades, generación tras generación, lo que constituye la base de la continuidad genética. Más aún, debido a las inevitables fallas en la fidelidad del proceso, la replicación condujo inevitablemente también a la variación (en una forma replicable) y, por ende, a la competencia entre distintas especies por los recursos disponibles. El resultado inevitable, como lo sospechara por primera vez Charles Darwin, fue la selección de las especies más aptas para sobrevivir y, especialmente, producir descendientes en las condiciones existentes. Este proceso se añadió a la química en cuanto apareció la replicabilidad, apareciendo primero en las moléculas y, de manera subsiguiente, en entes cada vez más complejos, hasta el presente día.
Con la replicación hizo su aparición la impredecibilidad o el azar, por medio de las variaciones, o mutaciones, que quedaron a disposición de la acción filtradora de la selección natural. Según todo lo que sabemos, estas variaciones son estrictamente accidentales y carecen por completo de intencionalidad o previsión; de allí la noción generalizada de que la historia de la vida estuvo regida por la contingencia.
Sin embargo, esta visión no toma en cuenta la posibilidad de que la multiplicidad de opciones ofrecidas por el azar a la selección pueda ser lo suficientemente amplia como para permitir el surgimiento de una solución óptima o casi óptima, en cuyo caso el proceso en realidad se acerca a ser obligatorio y reproducible en las condiciones adecuadas.
De hecho, hay fuertes razones para creer que la selección optimizadora puede haber ocurrido en el origen y la evolución de la vida más a menudo de lo que se normalmente se cree. Esto implica que es probable que la vida, en la medida de que es producto de la química determinista y de la selección optimizadora, surja en una forma similar a como la conocemos hoy, donde sea que las condiciones se parezcan a las que había en el origen de la Tierra, lo que justifica el interés actual en la vida extraterrestre.
Sin embargo, esta selección optimizadora durante la evolución no prueba el "diseño inteligente". Independientemente de los argumentos planteados en apoyo del DI, que han sido refutados consistentemente, digamos con sencillez que una teoría basada en una declaración
a priori
de que las cosas no son naturalmente explicables no es una teoría científica. Por definición, la ciencia se basa en la idea de que el objeto de estudio se puede explicar en términos naturales. ¿Por qué buscar explicaciones en otros lados? Lo que es verdaderamente maravilloso es cuánto de la naturaleza, incluidas las características fundamentales de la vida, ya ha podido ser explicado.
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Anders Åslund
considers what the US presidential election will mean for Ukraine, says that only a humiliating loss in the war could threaten Vladimir Putin’s position, urges the EU to take additional steps to ensure a rapid and successful Ukrainian accession, and more.
Según la versión de la ciencia moderna del Génesis –menos colorida que la historia bíblica, pero no menos maravillosa- la Tierra nació, junto con el sol y otros planetas, en un torbellino de gases y polvo hace cerca de 4,5 mil millones de años, poco más de nueve mil millones de años después del Big Bang. Quinientos millones de años después, nuestro planeta se había recuperado lo suficiente de los remezones de su violento nacimiento como para volverse físicamente capaz de albergar vida. Después de menos de otros quinientos millones de años llegó a hacerlo, en la forma de una entidad denominada el último ancestro común universal (LUCA, por si sigla en inglés), que dio origen a través de la evolución a todas las criaturas vivientes conocidas, incluidos microbios de diferentes tipos, plantas, hongos, animales y seres humanos.
Los organismos primitivos surgieron de la materia sin vida en aguas probablemente calientes, sulfúricas, cargadas de metales y volcánicas. Esta improbable mezcla posiblemente fue "condimentada" con abundancia de pequeñas moléculas orgánicas, como aminoácidos, azúcares, bases de nitrógeno y otros componentes típicos de los constituyentes biológicos. Uno de los descubrimientos más asombrosos de las últimas décadas, revelado por la exploración del espacio cerca de los objetos celestes cercanos, y especialmente de los meteoritos caídos en la Tierra, es que muchos de los componentes químicos básicos de la vida se forman espontáneamente en todo el universo. La química orgánica, llamada así porque se creía que era exclusiva de los organismos vivos, ha resultado ser la más generalizada y banal de las químicas: la del carbono.
No se sabe en detalle cómo fue que esta "química cósmica" dio origen a las primeras células vivientes, pero el proceso se puede resumir en dos palabras. La primera es química , la esencia de la vida. Los seres vivos fabrican constantemente sus propios constituyentes a partir de pequeños componentes orgánicos e inorgánicos, con la ayuda de catalizadores llamados enzimas y de energía derivada de la luz solar, fuentes minerales y sustancias alimenticias creadas por otros organismos. Algo parecido ocurrió en el origen de la vida, pero por medio de otras vías, por la acción de catalizadores y fuentes de energía que están aún por identificar.
Se han dedicado a este problema grandes esfuerzos de investigación. Se ha aprendido mucho, pero no hay soluciones a la vista. Todo lo que se puede decir es que los procesos en cuestión, por ser químicos, deben de haber sido altamente deterministas y reproducibles, es decir, que tienden a ocurrir en las condiciones adecuadas. Si la química admitiera incluso un pequeño elemento de azar, no existirían los laboratorios ni las fábricas químicas.
La segunda palabra clave es replicabilidad , la capacidad de ciertas moléculas portadoras de información de inducir la producción de copias (complementarias) de si mismas por parte de los mecanismos responsables de la síntesis de su tipo. Esta función, que hoy cumple principalmente el ADN, probablemente fue realizada primero por el ARN, un pariente cercano.
Al comienzo, la replicación era tarea sólo de las moléculas de ARN. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a tomar parte de la síntesis de proteínas según los patrones proporcionados por estas moléculas, de modo que la replicación pasó también a las proteínas por medio del ARN (y, finalmente, del ADN). A su vez, la replicación pasó a afectar, por medio de las proteínas, a objetos cada vez más complejos, hasta llegar a las células y los organismos multicelulares.
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La replicación hizo posible la reproducción sin fin de las mismas entidades, generación tras generación, lo que constituye la base de la continuidad genética. Más aún, debido a las inevitables fallas en la fidelidad del proceso, la replicación condujo inevitablemente también a la variación (en una forma replicable) y, por ende, a la competencia entre distintas especies por los recursos disponibles. El resultado inevitable, como lo sospechara por primera vez Charles Darwin, fue la selección de las especies más aptas para sobrevivir y, especialmente, producir descendientes en las condiciones existentes. Este proceso se añadió a la química en cuanto apareció la replicabilidad, apareciendo primero en las moléculas y, de manera subsiguiente, en entes cada vez más complejos, hasta el presente día.
Con la replicación hizo su aparición la impredecibilidad o el azar, por medio de las variaciones, o mutaciones, que quedaron a disposición de la acción filtradora de la selección natural. Según todo lo que sabemos, estas variaciones son estrictamente accidentales y carecen por completo de intencionalidad o previsión; de allí la noción generalizada de que la historia de la vida estuvo regida por la contingencia.
Sin embargo, esta visión no toma en cuenta la posibilidad de que la multiplicidad de opciones ofrecidas por el azar a la selección pueda ser lo suficientemente amplia como para permitir el surgimiento de una solución óptima o casi óptima, en cuyo caso el proceso en realidad se acerca a ser obligatorio y reproducible en las condiciones adecuadas.
De hecho, hay fuertes razones para creer que la selección optimizadora puede haber ocurrido en el origen y la evolución de la vida más a menudo de lo que se normalmente se cree. Esto implica que es probable que la vida, en la medida de que es producto de la química determinista y de la selección optimizadora, surja en una forma similar a como la conocemos hoy, donde sea que las condiciones se parezcan a las que había en el origen de la Tierra, lo que justifica el interés actual en la vida extraterrestre.
Sin embargo, esta selección optimizadora durante la evolución no prueba el "diseño inteligente". Independientemente de los argumentos planteados en apoyo del DI, que han sido refutados consistentemente, digamos con sencillez que una teoría basada en una declaración a priori de que las cosas no son naturalmente explicables no es una teoría científica. Por definición, la ciencia se basa en la idea de que el objeto de estudio se puede explicar en términos naturales. ¿Por qué buscar explicaciones en otros lados? Lo que es verdaderamente maravilloso es cuánto de la naturaleza, incluidas las características fundamentales de la vida, ya ha podido ser explicado.