El mensaje del Nobel

El Premio Nobel concedido a Al Gore es un homenaje digno de un líder mundial que ha mostrado presciencia, audacia y habilidad al alertar al mundo de los peligros del cambio climático producido por el hombre. Quienes recibieron el Premio Noble junto con Gore son menos conocidos pero no por ello lo merecen menos. El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) es el organismo de Naciones Unidas encargado de evaluar los conocimientos científicos sobre cambio climático y señalarlos a la atención del público y de los encargados del diseño de políticas del mundo. El hecho de que haya recibido el Nobel envía tres mensajes claros.

Primero, los principales científicos mundiales en el campo del clima y la mayoría de los gobiernos del mundo han puesto a las ciencias climáticas en el primer plano de los debates de política global. El cambio climático es complicado. Dominar el tema exige conocimientos en muchas disciplinas científicas, incluyendo la climatología, la oceanografía, la química atmosférica, la ecología, la ingeniería, la política y la economía. Ningún científico o equipo nacional pueden lograrlo por sí solos. Se necesita un esfuerzo a nivel mundial para entender los cambios en todas partes del planeta.

Desde su establecimiento en 1988, el IPCC ha reunido a las mejores mentes científicas de todo el mundo para documentar y explicar lo que se sabe y lo que se ignora sobre el cambio climático inducido por el ser humano. Varios grupos de trabajo preparan informes mediante la revisión escrupulosa de publicaciones científicas. El proceso de revisión es transparente y se invita a los gobiernos a participar mediante la designación de expertos para que formen parte de los diversos grupos de trabajo, la revisión y los comentarios sobre los borradores del IPCC y la aprobación de los informes definitivos.

Con este proceso se obtiene exactitud y confianza. Se necesitan años para redactar los informes más importantes del IPCC, incluyendo el “Cuarto Informe de Evaluación” que se completó este año. Una de las razones del notable éxito del IPCC ha sido la hábil dirección del su Presidente, el Dr. R. K. Pachauri, quien recibirá el premio en nombre del organismo.

El segundo mensaje es que tal proceso global de vinculación de científicos y gobiernos en un esfuerzo común es vital, porque sin él, los ductos se pueden obstruir con la ignorancia y la desinformación que promueven los grupos de interés. Durante años, las compañías petroleras como Exxon quisieron fingir que el cambio climático no era real o que se exageraban los riesgos. Exxon y otros patrocinaban un periodismo engañoso y grupos que simulaban ser “centros de reflexión”. El IPCC resistió firmemente a estos grupos de interés. Actualmente, ExxonMobil y otras compañías petroleras importantes son mucho más honestas y constructivas cuando discuten estos temas. A la larga, no podían derrotar a la ciencia sin dañar seriamente su reputación.

Por último, el Premio Nobel de la Paz de este año es un llamado de alerta a los gobiernos, empezando con Estados Unidos, para que traten con más seriedad a la ciencia y al desarrollo sostenible. La administración Bush ha sido desastrosamente anticientífica. Sus miembros son ideólogos que rechazan o no toman en cuenta las ciencias climáticas y que han llevado a Estados Unidos hacia una senda peligrosa e irresponsable. Hoy, Bush ha comenzado a reconocer los graves riesgos del cambio climático, aunque su administración todavía no ha logrado presentar ninguna propuesta realista para reducir el ritmo del cambio climático inducido por el ser humano.

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De hecho, la mayoría de los gobiernos están mal equipados para comprender los temas científicos, aunque son mucho menos ideológicos y dogmáticos que Bush. Los gobiernos tienden a organizarse según los temas de los siglos XIX o XX como la diplomacia, la defensa, la seguridad interna y las finanzas, y no según los retos del siglo XXI como el desarrollo sostenible. En general, son incapaces de reunir conocimientos científicos avanzados para proteger a sus ciudadanos o participar en negociaciones globales sobre los desafíos del clima, el agua, la energía, la biodiversidad y otros similares.

El mundo debe responder de tres formas. Primero, debemos tomar seriamente la necesidad de un nuevo acuerdo sobre cambio climático cuando empiecen las negociaciones globales en Bali, Indonesia en diciembre. El débil Protocolo de Kyoto, que sólo se ha aplicado parcialmente, expira en 2012 y el mundo necesita un marco mucho más firme, que establezca metas estrictas para estabilizar los gases de efecto invernadero hacia 2050 mediante la inclusión de acuerdos sobre la interrupción de la deforestación tropical, el desarrollo de automóviles que den mejor kilometraje y el cambio a plantas generadoras con bajas emisiones de CO2.

En segundo lugar, debemos iniciar procesos científicos como los del IPCC para otros retos globales, incluyendo la pérdida global de biodiversidad, la desertificación y la pesca excesiva en los océanos. En cada área, el público en general y los gobiernos apenas perciben tenuemente una crisis global. Los gobiernos han firmado tratados para limitar el daño, pero no están cumpliendo esas promesas con la urgencia necesaria, en parte porque no entienden los retos científicos subyacentes.

Por último, debemos reorganizar a los gobiernos nacionales de manera que tengan procesos y capacidades similares a las del IPCC. Los procesos globales como los del IPCC son cruciales, pero los temas también se deben adecuar a las condiciones y retos de cada país. Prácticamente todos los países se enfrentarán a una serie de desafíos entrecruzados derivados del cambio climático, como la reestructuración del sector de la energía y los ajustes ante los patrones cambiantes de las lluvias, tormentas, sequías e inundaciones. El IPCC demostró que la ciencia puede contribuir de manera importante a superar estos desafíos y que los científicos y los encargados del diseño de políticas pueden trabajar juntos para ayudar a resolver problemas de importancia crítica para la humanidad.

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