La nueva brecha etárea

LONDRES - ¿Qué nos depara el 2009? Como siempre, lo impredecible –una atrocidad terrorista o una decisión apresurada por parte de un gobernante- se cobrará lo suyo. Sin embargo, gran parte de lo que ocurra mañana será resultado de la historia.

En el último siglo, la población mundial se cuadruplicó, y la cantidad de personas viviendo en ciudades se multiplicó por trece. La producción mundial creció por un factor de cuarenta, el uso del agua por uno de nueve, el uso de energía por uno de trece, y la emisión de dióxido de carbono por uno de diecisiete. El siglo veintiuno debe convivir con las consecuencias de todo eso, tanto lo bueno como lo malo.

Algunos de los factores que modelarán nuestras vidas parecen apuntar en diferentes direcciones. Los perfiles etáreos de nuestras sociedades están cambiando radicalmente. Asia y Europa han sufrido agudas caídas de sus índices de fertilidad. Las cifras de Hong Kong, Singapur y Corea del Sur son incluso más notables que las de países católicos como España, Italia y Polonia.

Al mismo tiempo, la gente vive más, por lo que -en algunos países- en una generación la cantidad de personas de la tercera edad que dependen de su jubilación superará al número de jóvenes. Nos hemos acostumbrado a sociedades con una estructura demográfica similar a una pirámide, una amplia base joven que va disminuyendo hasta llegar a una estrecha punta de gente mayor. Sin embargo, hoy la estructura es más parecida al perfil de un rascacielos, más o menos igual de abajo a arriba.

Nuestras poblaciones de más edad tienen que manejar tecnologías cada vez más nuevas, lo que amplía las oportunidades educacionales y de empleo. Hoy en día, muchos estudiantes están preparados para empleos que aún no existen. Más aún, ciertos tipos de conocimiento se pueden volver obsoletos rápidamente.

De hecho, la mitad de lo que aprende un estudiante en el primer año de un curso técnico de cuatro años estará obsoleto cuando llegue al tercer año. El cambio se acelera a si mismo, y sus resultados se ven acrecentados. Sus ventajas y desventajas penetran más profundamente. Cada mes hay 31 mil millones de búsquedas en Google. A la radio le tomó 38 años llegar a una audiencia de 50 millones. Facebook lo hizo en dos años.

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Por lo general aceptamos que es fácil para mentes más jóvenes y sin formar manejar cambios como éste. ¿Cómo alguien como yo, que estaba en la universidad en los años 60, se puede adaptar y enfrentarse a esos cambios? ¿Cómo se las arreglarán las sociedades más viejas para manejar las nuevas tecnologías y mantenerse dinámicas?

El mayor reto para todos nosotros, tanto jóvenes como viejos, el año próximo y para el futuro general, será el resultado de un tipo de cambio diferente que es poco probable que responda simplemente al determinismo tecnológico. Si los líderes más viejos no dan las respuestas correctas pronto, las generaciones más jóvenes se beneficiarán del torbellino, a veces de manera literal.

Se supone que en el 2009 se llegará a un acuerdo acerca del calentamiento global y el cambio climático que sucederá al Protocolo de Kyoto y se basará en él. Los optimistas saludan con regocijo el fin de la administración Bush y suponen que la llegada de Obama a la presidencia, que a diferencia de su predecesor no niega los fundamentos científicos del calentamiento global, permitirá llegar a un consenso. Los pesimistas hacen notar que las crecientes dificultades económicas en todo el mundo se están utilizando como excusa para la inacción en cuanto a las reducciones de las emisiones de gases de carbono.

Sin embargo, seguir usando la energía de manera ineficiente no mitigará los dolorosos efectos de la crisis económica global. Si hacemos de los problemas actuales una excusa para no salvar el medio ambiente, simplemente tendremos en el futuro problemas mucho mayores, y potencialmente catastróficos.

China, la mayor de las economías emergentes, lo comprende claramente. Parece más dudoso que India lo esté entendiendo así también. China enfrenta sus propios peligros ambientales, por ejemplo la falta de agua. No desea ver que sus industrias se vuelven obsoletas y poco competitivas. La gran pregunta es si podrá imponer estándares ambientales más estrictos en todo el país.

Para Estados Unidos, el problema es también principalmente de política interna. Ninguna oferta ambiental estadounidense valdrá la pena si es que no viene respaldada por el Congreso. La tarea de este año puede ser llegar a un consenso global en Copenhague que no sea demasiado prescriptivo, pero que tenga más proyecciones y al que se pueda incorporar un acuerdo político interno estadounidense una vez que Obama lo logre.

No obstante, toda esta delicada diplomacia podría derrumbarse si, en respuesta al aumento del desempleo, comenzamos a ver arranques de proteccionismo en Estados Unidos, Europa y China. En ese caso, los planes ambientales y económicos podrían chocar entre sí fatalmente.

De manera que tanto jóvenes como viejos deberían mantener la calma en los interesantes pero peligrosos años que nos esperan. Todos debemos esperar que el primer Presidente estadounidense de la generación de Internet pueda dirigir su propio país y al resto de la humanidad hacia un futuro próspero, más seguro y más sostenible.

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