El asesinato de Benazir Bhutto, la primera mujer musulmana en liderar un país musulmán, es un golpe duro para las perspectivas de democracia de Pakistán y, de hecho, su viabilidad como Estado. Mientras ceden el caos y la confusión, no deberíamos perder de vista la responsabilidad parcial del presidente Pervez Musharraf en este giro de los acontecimientos. Cuanto menos, no se lo puede absolver del fracaso de su gobierno a la hora de ofrecerle a Bhutto una seguridad adecuada.
Bhutto, en cambio, tuvo que pagar con su vida por desafiar con valentía a los extremistas de toda índole -desde Al Qaeda y los talibanes hasta los partidos políticos religiosos y los militares de línea dura del país.
Como heredera de Zulfikar Ali Bhutto, el legendario líder democrático que fue colgado por el gobierno del general Muhammad Zia-ul-Haq en 1979, Benazir se perfiló como símbolo de resistencia a temprana edad -pero languideció en cárceles y en el exilio en los años 1980-. El legado de Z.A. Bhutto fue darle poder a los pobres y defender los derechos de la gente común en un contexto de política feudal y régimen militar. En lugar de doblegarse ante la junta militar, aceptó el cadalso.
To continue reading, register now.
Subscribe now for unlimited access to everything PS has to offer.
At the end of European Communism, there was a widespread, euphoric hope that freedom and democracy would bring a better life; eventually, though, many lost that hope. The problem, under both Communism and the new liberal dispensation, was that those pursuing grand social projects had embraced ideology instead of philosophy.
considers what an Albanian Marxist philosopher can tell us about liberty in today's world.
For the US, Slovakia's general election may produce another unreliable allied government. But instead of turning a blind eye to such allies, as President Joe Biden has been doing with Poland, or confronting them with an uncompromising stance, the US should spearhead efforts to help mend flawed democracies.
reflect on the outcome of Slovakia's general election in the run-up to Poland's decisive vote.
El asesinato de Benazir Bhutto, la primera mujer musulmana en liderar un país musulmán, es un golpe duro para las perspectivas de democracia de Pakistán y, de hecho, su viabilidad como Estado. Mientras ceden el caos y la confusión, no deberíamos perder de vista la responsabilidad parcial del presidente Pervez Musharraf en este giro de los acontecimientos. Cuanto menos, no se lo puede absolver del fracaso de su gobierno a la hora de ofrecerle a Bhutto una seguridad adecuada.
Bhutto, en cambio, tuvo que pagar con su vida por desafiar con valentía a los extremistas de toda índole -desde Al Qaeda y los talibanes hasta los partidos políticos religiosos y los militares de línea dura del país.
Como heredera de Zulfikar Ali Bhutto, el legendario líder democrático que fue colgado por el gobierno del general Muhammad Zia-ul-Haq en 1979, Benazir se perfiló como símbolo de resistencia a temprana edad -pero languideció en cárceles y en el exilio en los años 1980-. El legado de Z.A. Bhutto fue darle poder a los pobres y defender los derechos de la gente común en un contexto de política feudal y régimen militar. En lugar de doblegarse ante la junta militar, aceptó el cadalso.
To continue reading, register now.
Subscribe now for unlimited access to everything PS has to offer.
Subscribe
As a registered user, you can enjoy more PS content every month – for free.
Register
Already have an account? Log in