PRINCETON – Los movimientos de protesta que han estallado en todo Occidente, desde Chile hasta Alemania, han permanecido curiosamente indefinidos y no se han analizado. Algunos hablan de ellos como de la mayor movilización mundial desde 1968, cuando los enragés de países muy diferentes se fundieron en torno a preocupaciones similares, pero otros insisten en que no hay nada nuevo.
El experto búlgaro en ciencia política Ivan Krastev, por ejemplo, ha afirmado que lo que en realidad estamos experimentando es un 1968 “a la inversa”. “Entonces los estudiantes en las calles de Europa”, dice, “expresaron su deseo de vivir en un mundo diferente del de sus padres. Ahora los estudiantes están en las calles para expresar su deseo de vivir en el mundo de sus padres”.
Los movimientos carecen aún de nombre y de una interpretación clara, pero la forma como se califiquen a sí mismos –y como los califiquen los analistas – será determinante para la dirección que adopten. Semejante autocomprensión debería influir también en cómo los ciudadanos en general deberían responder a dichos movimientos.
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Since 1960, only a few countries in Latin America have narrowed the gap between their per capita income and that of the United States, while most of the region has lagged far behind. Making up for lost ground will require a coordinated effort, involving both technocratic tinkering and bold political leadership.
explain what it will take finally to achieve economic convergence with advanced economies.
Between now and the end of this decade, climate-related investments need to increase by orders of magnitude to keep the world on track toward achieving even more ambitious targets by mid-century. Fortunately, if done right, such investments could usher in an entirely new and better economy.
explains what it will take to mobilize capital for the net-zero transition worldwide.
PRINCETON – Los movimientos de protesta que han estallado en todo Occidente, desde Chile hasta Alemania, han permanecido curiosamente indefinidos y no se han analizado. Algunos hablan de ellos como de la mayor movilización mundial desde 1968, cuando los enragés de países muy diferentes se fundieron en torno a preocupaciones similares, pero otros insisten en que no hay nada nuevo.
El experto búlgaro en ciencia política Ivan Krastev, por ejemplo, ha afirmado que lo que en realidad estamos experimentando es un 1968 “a la inversa”. “Entonces los estudiantes en las calles de Europa”, dice, “expresaron su deseo de vivir en un mundo diferente del de sus padres. Ahora los estudiantes están en las calles para expresar su deseo de vivir en el mundo de sus padres”.
Los movimientos carecen aún de nombre y de una interpretación clara, pero la forma como se califiquen a sí mismos –y como los califiquen los analistas – será determinante para la dirección que adopten. Semejante autocomprensión debería influir también en cómo los ciudadanos en general deberían responder a dichos movimientos.
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