El verdear de Bush

Se suele considerar a los Estados Unidos un rezagado medioambiental y se ve al Presidente George W. Bush como poco mejor que el jefe de una banda de contaminadores obstinados que hacen todo lo posible para obstaculizar la medidas de protección del medio ambiente. Naturalmente, algo de verdad hay en esa caracterización de los Estados Unidos (y mucha en la de Bush), pero el panorama no es uniformemente sombrío.

De hecho, el movimiento medioambiental –como la mayoría de los movimientos sociales modernos– comenzó en los Estados Unidos. Las raíces del ampquot;movimiento medioambientalampquot; americano se asientan en el siglo XIX, cuando resultaron evidentes por primera vez los daños causados por la revolución industrial y la fragmentación del paisaje natural por el derecho de propiedad y la tenencia de tierra individuales.

Pero fue la publicación en 1962 del libro Silent Spring (ampquot;Primavera silenciosaampquot;), en el que su autora, la bióloga Rachel Carson, polemizaba sobre la utilización de plaguicidas en la agricultura, lo que impulsó el moderno movimiento ecológico. Carson se basó en conclusiones científicas, pero también se hizo eco de aprensiones profundas sobre el capitalismo consumista y de una creencia ampquot;posmaterialistaampquot; en la primacía de la calidad de la vida sobre el crecimiento económico. Tras las huellas de Carson, la generación Woodstock del decenio de 1960, con sus ampquot;días de la Tierraampquot; no tardó en organizar una amplia campaña gracias a la cual en abril de 1970 unos 20 millones de americanos salieron a las calles a defender el medio ambiente.

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