Millonarios dorados

CAMBRIDGE – Últimamente he estado intentando explicarle a mi hijo Gabriel, de once años, las diferencias astronómicas en los ingresos de las personas.

Bill Gates, fundador de Microsoft, entró en la conciencia de Gabriel hace un par de años, cuando su padre hizo las veces de acto preparatorio para la aparición de Gates en una gran conferencia auspiciada por el gobierno danés. Desde entonces, Gabriel ha estado fascinado por las aparentemente infinitas posibilidades de poseer US$ 60 mil millones.

Por ejemplo, siempre que le digo que algo es increíblemente valioso (incluso, digamos, una pintura en un museo) dice invariablemente: “Pero Bill Gates podría comprarlo, ¿no es verdad?” Sí, Gates podría comprar el museo entero. Pero entonces simplemente lo devolvería para que todos pudieran ver las obras que contiene, así es que no tiene sentido. Gabriel no queda del todo convencido.

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