El coste para el mundo de la crisis de Turquía

Turquía celebrará sus elecciones parlamentarias en julio, cuatro meses antes de lo previsto, con lo que evitará por poco una crisis constitucional a propósito de la elección del próximo Presidente. No obstante, el episodio de inestabilidad política vivido por Turquía ha perjudicado a su política exterior y a su reputación internacional

En el centro de la tormenta están el Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan, jefe del Partido Justicia y Desarrollo (AKP), islamista moderado, y Yasar Buyukanit, Jefe del Estado Mayor del ejército turco, que se considera a sí mismo el custodio de la tradición republicana y laica establecida por Kemal Ataturk. Cuando Erdogan pensó en la posibilidad de abandonar su puesto de Primer Ministro para pasar a ocupar la presidencia a comienzos de esta primavera, el ejército y los partidos políticos laicos manifestaron un profundo malestar. El general Buyukanit dijo en abril que el nuevo presidente del país debe ser laico, pero "no sólo de palabra".

Tras haberme reunido y conversado con Erdogan en más de una ocasión, me pareció un hombre moderado y razonable. Además, el AKP cuenta con un amplio apoyo entre los votantes turcos y con una ejecutoria admirable de crecimiento económico, legislación sobre derechos humanos y mejora del trato que recibe la minoría kurda de Turquía. El ministro de Asuntos Exteriores, Abdullah Gül, estrecho colaborador de Erdogan en el AKP, reiteró la solicitud de ingreso en la Unión Europea. Por eso, cuando Erdogan decidió nombrar a Gül candidato del AKP a la presidencia, me sorprendió la intensidad de la oposición laica.

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