La falsa promesa de las pensiones privadas

Una de las afirmaciones más extrañas que se hacen en los debates sobre la seguridad social que actualmente se dan en los países más ricos del mundo es que los programas de pensiones de beneficios definidos financiados por los gobiernos (como el sistema de seguridad social de Estados Unidos) están pasados de moda. Se dice que esos programas estaban bien para la economía industrial de la Gran Depresión y la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero que ya son obsoletos en la economía post-industrial, de alta tecnología y conectada por la red de nuestros días.

Quienes defienden ese argumento proponen un modelo diferente. Así como las corporaciones de hoy están mucho más satisfechas al apoyar las pensiones de los trabajadores con contribuciones a las cuentas privadas de los empleados, el gobierno debería ofrecer (o exigir) contribuciones a cuentas privadas. El valor de esas cuentas fluctuaría con el mercado en lugar de permanecer en un esquema de beneficios definidos que garantiza una suma fija real de recursos disponibles al momento de la jubilación.

Este argumento es extraño porque interpreta al revés los aspectos económicos de la situación. Cuando hay muchas empresas que ofrecen a los trabajadores pensiones de beneficios definidos de largo plazo, las ventajas para el gobierno de establecer un esquema paralelo de beneficios definidos y exigir que los trabajadores participen en él son menores. Después de todo, en un mundo tal, los trabajadores que dan gran valor a una pensión con beneficios definidos pueden irse a trabajar a las empresas que las ofrezcan.

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