El fracaso de los ataques contra China

Dado que el rápido crecimiento de China afecta cada vez más a una gran variedad de temas a nivel mundial, se ha vuelto conveniente para los candidatos presidenciales de EU culpar a ese país de algunos de sus problemas internos. Pero en las campañas presidenciales estadounidenses de este año casi no ha habido declaraciones contra China. Hay buenas razones para ese agradable cambio.

En elecciones recientes China rara vez se salvaba, y frecuentemente era el blanco de la demagogia popular. Se culpaba a su régimen de tipo de cambio, que fija al renminbi al dólar de los EU, por el creciente déficit estadounidense. Sin importar que el déficit comercial bilateral de Estados Unidos con China, incluyendo aun a Hong Kong, representa menos de la quinta parte de su déficit total, supuestamente las crecientes importaciones procedentes de China y una mayor inversión extranjera directa por parte de compañías estadounidenses agravaban el desempleo.

De igual modo, las reformas inacabadas en el sector bancario y en las empresas propiedad del Estado en China se han utilizado como evidencia de subsidios del gobierno para realizar actividades de dumping. Aunque la mayoría de las exportaciones chinas provienen actualmente de empresas privadas que casi no reciben préstamos de los bancos del Estado, los candidatos estadounidenses en elecciones anteriores buscaron ganarse el favor de los electores de la clase trabajadora prometiendo defender los empleos en contra de las prácticas comerciales supuestamente injustas de China. El tema del empleo podía explotarse más hablando de las malas condiciones de trabajo, los bajos salarios, el trabajo infantil y otros problemas que frecuentemente existen en los países en desarrollo.

Atacar a un país comunista siempre le ha dado a los políticos estadounidenses una forma conveniente de atraer al elector medio. Después de todo, se puede tener la certeza de que la mayoría de los votantes estadounidenses no se enterarán de cómo funcionan en realidad otros países, y ya no digamos países del Lejano Oriente.

Pero esta vez, tanto George W. Bush como John Kerry saben que sería imprudente golpear a China con demasiada fuerza. Las empresas estadounidenses y toda la economía del país tienen grandes intereses en China hoy en día, de manera que a ninguno de los candidatos le conviene hacer olas. Un candidato puede prometer que tomará más medidas antidumping en contra de mercancías chinas, que presionará más para que China cambie su régimen de tipo de cambio, o puede endurecer sus críticas sobre la insuficiente aplicación de los derechos de propiedad intelectual; pero el sobreproteccionismo puede hacer que un candidato parezca irresponsable en 2004.

En efecto, el proteccionismo no puede hacer nada para reducir el déficit comercial y el persistente desempleo interno de los Estados Unidos. No importa cuánto culpen los políticos a otros, el crecimiento de las importaciones de EU significa una mayor dependencia de los mercados internacionales, y se necesita algún tipo de factor chino en el protafolio de inversiones estadounidense para competir frente a las empresas europeas y japonesas.

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A los electores de Estados Unidos ya no se les pueden ocultar estos hechos. George W. Bush no pudo cumplir la promesa proteccionista en contra de China que hizo en su campaña de 2000, como tampoco pudo Bill Clinton a lo largo de su presidencia. Cualquier declaración contra China o cualquier promesa proteccionista con seguridad sonará igual de hueca esta vez.

Además, la importancia geopolítica de China para los EU ha aumentado enormemente desde los atentados terroristas contra Nueva York y Washington D.C. del 11 de septiembre de 2001. Al menos por el momento, a Estados Unidos le interesa involucrar a China en la lucha contra el terrorismo. China tiene algún interés común en combatir al terrorismo extremista islámico y no intentó bloquear el camino hacia la guerra en Iraq en el Consejo de Seguridad de la ONU. China también ha estado cooperando de manera constructiva con los EU y sus aliados en el manejo de la capacidad nuclear de Corea del Norte.

Por supuesto, Estados Unidos todavía quiere contener a China y evitar que se convierta en una potencia regional y mundial importante. Pero esa sigue siendo una meta estratégica de largo plazo, no un tema de campaña presidencial, sobre todo cuando China parece demasiado débil para representar una amenaza inmediata a los EU en cualquier frente en el futuro cercano.

China nunca ha sido un factor positivo en la política de Estados Unidos. Por lo tanto, desde su punto de vista, mientras menos se le mencione durante la presente temporada electoral de ese país, mejor. El silencio relativo en cuanto a China en los Estados Unidos hoy en día puede deberse simplemente al predominio de las noticias de la guerra de Iraq. Sin embargo, también puede indicar que las élites políticas de Estados Unidos están en un proceso de aceptar realidades nuevas y de ajustar en consecuencia su percepción sobre China.

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