El nuevo modelo de nómada

MOGADISCIO – Uno de mis primeros recuerdos infantiles es el de nadar en un pequeño barranco cerca de la casa de mi abuela en Yaaq Bari Wayne, un polvoriento conjunto de construcciones de adobe agrupadas en las llanuras de la región meridional de la bahía de Somalia. Después de la temporada de las lluvias, el barranco se convertía en una profunda grieta triangular abierta en el suelo y llena de agua fangosa. Los niños se reunían en ella como hormigas en azúcar derramado, se lanzaban desde los salientes y se sumergían en sus turbias profundidades con gritos y exclamaciones de entusiasmo.

Muchos de ellos eran hijos de ganaderos nómadas, que en mayo y junio se dirigían al Sur en busca de mejores pastos. Cuando llegaban, aparecían en las afueras de la ciudad domos marrones hechos de ramas entrecruzadas y capas de esterillas multicolores como agrupaciones de escarabajos moteados.

Para mí, el nómada era una figura romántica, semejante al cowboy americano del “salvaje oeste”. En el medio más inhóspito del mundo, recorrían centenares de kilómetros a pie, sobreviviendo a base de leche de camello y carne seca y con todas sus posesiones atadas al lomo de un camello.

Pero en los dos últimos decenios la historia del nómada somalí ha pasado a ser menos romántica... y mucho más compleja. Los nómadas han sido víctimas del hambre, de conflictos violentos y de las circunstancias y han representado una parte importante de las muertes –nada menos que un millón– causadas por los veintidós años de guerra civil y de los 260.000 somalíes que murieron de inanición en el período 2010-2012. Al mismo tiempo, los nómadas han perpetrado violencia y terrorismo.

Y, sin embargo, hay otra forma de ver a los nómadas: como supervivientes, empresarios, proveedores y agentes de transformaciones. En un momento en el que problemas mundiales –como, por ejemplo, la inseguridad alimentaria y el cambio climático– amenazan los medios de subsistencia en todo el mundo, los estilos de vida nómadas y pastoriles ofrecen posibilidades para proteger y mantener a millones de personas.

En realidad, fue un cambio climático cataclismático, que transformó un Sahara verde y lujuriante en un duro desierto, el que desencadenó la aparición de dichos estilos en el África oriental hace 5.000 años. La ganadería permitió a los nómadas crear medios de subsistencia en un medio ambiente cada vez más imprevisible y amenazador, caracterizado por un clima árido y recursos escasos. Actualmente, hay unos 50 millones de ganaderos nómadas en el África subsahariana y nada menos que 150 millones de agicultores-pastores, que combinan la tradicional cría de animales nómada con alguna forma de agricultura.

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Las autoridades consideran con frecuencia el pastoreo nómada una forma de vida arcaica e improductiva, con poco beneficio económico, pero lo cierto es lo contrario. Los sistemas de pastoreo son un 20 por ciento más productivos que los métodos tradicionales de cría de ganado y los pastores son mejores conocedores del mercado de lo que muchos creen; el comercio de carne y de ganado de pastoreo del Cuerno de África representa, según cálculos aproximados, un valor económico de mil millones de dólares.

Utilizando tierras que no pueden mantener la agricultura tradicional, los pastores y agricultores-pastores producen carne, leche y productos del ganado que mantienen a millones de personas. De hecho, según un estudio de la OCDE, les corresponde el 10 por ciento de la producción de carne del mundo; en algunas regiones, suministran nada menos que el 60 por ciento de la carne de bovino y el 70 por ciento de la leche consumidos.

Así, pues, el pastoreo es un sistema esencial de subsistencia, con posibilidades de contribuir a la superación de la inseguridad alimentaria... en particular en Somalia, donde más del 50 por ciento de la población son ganaderos nómadas. Para aprovechar esas posibilidades, es necesario un gran sistema de apoyo que mejore el acceso de los pastores a los capitales y los mercados y al tiempo fortalezca el desarrollo de los recursos humanos y la creación de capacidad.

Siguiendo el ejemplo de Mongolia, donde los pastores pueden subscribir seguros privados para protegerse contra la pérdida de las manadas a causa de la sequía, se podrían crear programas de microcréditos para asegurar a los pastores contra riesgos similares y, así, aportar fondos para su repoblación después de un desastre. Para aumentar aún más la estabilidad y la rentabilidad de sus medios de subsistencia, los pastores deben estar integrados en la economía oficial. Unas redes comerciales eficaces y el acceso a los mercados de ganado les permitirían aumentar sus ventas en gran medida.

También reviste importancia decisiva el acceso a la tecnología para mejorar las perspectivas económicas de los nómadas. En el Níger, los pastores utilizan los teléfonos portátiles para mantenerse al corriente de los precios de los productos básicos en los mercados regionales, lo que les permite vender sus camellos allí donde los precios son más altos y comprar los cereales allí donde son más bajos. En Kenya, los veterinarios envían mensajes de texto a los pastores para avisarlos sobre los brotes de enfermedades y facilitarles información sobre vacunas.

Facilitar esos sistemas de apoyo a los pastores podría ser una estrategia eficaz para impulsar el desarrollo económico, aumentar la seguridad alimentaria y reducir la dependencia de la ayuda alimentaria en Somalia y en otros sitios. De hecho, para muchos países, los nómadas, convertidos en empresarios intrépidos, podrían ser la clave con la que garantizar un futuro próspero.

Traducido del inglés por Carlos Manzano.

https://prosyn.org/7RXp0yxes