El caso de Myrna Mack: exponiendo los crímenes de Guatemala

La presión internacional impulsó a Guatemala a convertirse en una democracia y también apoyó los Acuerdos de Paz de 1996 que pusieron fin a décadas de guerra civil. Sin embargo, para que Guatemala pueda disfrutar verdaderamente de los frutos de una nueva era, deben continuar los esfuerzos globales para ayudar a nuestro país a desarrollar el valor legal, juidicial y político que necesita para enfrentarse a su pasado.

Esa historia incluye el brutal asesinato de mi hermana, Myrna Elizabeth Mack Chang en 1990. En ese momento, el asesinato de Myrna simbolizó el salvajismo de una guerra civil de 36 años en la que las fuerzas del gobierno mataron a más de 200,000 guatemaltecos. Ahora es un ícono de las promesas no cumplidas por nuestra democracia. El viaje judicial de 12 años que hemos emprendido al tratar de resolver su caso subraya la intransigencia, más que la retirada, del viejo orden.

Myrna, que era antropóloga, estudiaba las poblaciones mayas y de otros indígenas guatemaltecos que se vieron obligados a abandonar sus hogares ancestrales durante los peores años de la guerra civil del país. Ella visitaba áreas remotas y escuchaba a los pobladores hablar sobre cómo su tierra estaba asolada. Escribió sobre lo que vió y oyó. Al hacerlo, se convirtió en enemiga del Estado, porque su trabajo revelaba las medidas inhumanas que se practicaban en contra de las poblaciones desplazadas, descubría la verdad detrás de las acciones de Estado y pedía el restablecimiento de los derechos humanos básicos.

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