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La anatomía de la recuperación lenta

BERKELEY – Entre 1950 y 1990, la época de la antigua forma de luchar contra la inflación en las contracciones por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos, la tasa de desempleo en los Estados Unidos posterior a la recesión se reducía en un 32,4 por ciento por término medio durante un año respecto de su valor inicial hacia su tasa natural. Si la tasa de desempleo de los EE.UU. hubiera comenzado a seguir esa vía después de llegar a su punto máximo en la segunda mitad de 2009, ahora ascendería a 8,3 por ciento, en lugar de a 8,9 por ciento.

Lamentablemente, la reducción neta de la tasa de desempleo de los EE.UU. en el pasado año en nada se debió a aumentos de la proporción empleo-población, sino sólo a la reducción de la participación de la fuerza laboral. El desempleo ha bajado del 10,1 por ciento a lo largo de los 18 meses pasados, pero la proporción empleo-población ha permanecido estancada en el 58,4 por ciento. Tal vez fuera mejor que los desempleados que pudiesen tener empleos –y que, de haber pleno empleo, los tendrían– estuvieran buscando trabajo activamente, en lugar de estar totalmente fuera de la fuerza laboral.

Si adoptamos ese punto de vista,  entre 1950 y 1990 la proporción empleo-población en los EE.UU. aumentaría otro 0,227 por ciento anual por término medio en cada uno de los años en los que la tasa de desempleo fue superior a su tasa natural. Si la proporción empleo-población en los EE.UU. hubiera empezado a seguir esa vía después de su punto máximo en 2009, la proporción actual sería 59,7 por ciento, en lugar de 58,4 por ciento. (En ese caso, estaríamos experimentando “el amanecer en los Estados Unidos”, en lugar del actual estado de malestar económico.)

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