pa1627c.jpg Paul Lachine

Los límites de los combustibles fósiles a prueba

MILÁN – En general las personas reconocen que las actividades humanas, principalmente el uso de combustibles fósiles, están contribuyendo firmemente al nivel creciente de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Estos gases, en particular el CO2, incrementan el riesgo de daños al clima global. Ello significa que los límites a nuestro consumo de combustibles fósiles no pueden medirse solamente en función  de la disponibilidad de suministros sino que también se deben tomar en consideración los costos medioambientales.

Con todo, existe todavía una incertidumbre considerable sobre la magnitud del impacto en las temperaturas y el clima de los niveles crecientes de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Esta incertidumbre se debe tomar con seriedad en la formulación de estrategias para combatir el cambio climático.

Los países en desarrollo con un crecimiento elevado –Brasil, Rusia, la India, China y otros del G-20- ahora representan más de la mitad de la población mundial. Si estos países mantienen sus trayectorias actuales de fuerte crecimiento, como parece probable, sus niveles de ingresos se acercarán a los de los países adelantados para mediados de siglo o poco después.

En ese punto, la parte de la población mundial con un nivel de ingresos como el de los países desarrollados (20,000 o más dólares actuales) se incrementaría de 16% a 66%. Asimismo, si los nuevos acaudalados siguen los patrones de consumo, de uso de energía y de emisiones de carbono que hoy acompañan los elevados niveles de ingresos, la batalla del cambio climático se habrá perdido.

Las emisiones y los procesos naturales que incrementan el carbono atmosférico se conocen como “flujos.” La mitigación intenta reducir estos flujos y, por tanto, disminuir la tasa de aumento de la concentración de carbono en la atmósfera con el objetivo final de estabilizarlo o reducirlo a niveles seguros. Sin la mitigación, y suponiendo que los países en desarrollo de elevado crecimiento alcancen los niveles actuales de emisiones de CO2 per cápita de los países desarrollados (de 10 a 11 toneladas, aunque mucho mayores en América del Norte), el promedio global actual de 4.8 toneladas se habrá casi duplicado en 50 años, llegando a las 8.7 toneladas.

Esto se compara desfavorablemente con las estimaciones más recientes de un nivel razonablemente seguro de emisiones de CO2 realizadas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés). Para prevenir un mayor cambio climático, el IPCC considera que las emisiones deberían reducirse a 2.3 toneladas por persona a nivel global, o, aproximadamente a la mitad del promedio per cápita actual, en los siguientes 50 a 75 años. Con nuestra trayectoria actual, sin un esfuerzo significativo de mitigación, para mediados de siglo habremos cuadriplicado el nivel seguro.

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Los países desarrollados han sido las principales fuentes de emisiones de carbono hasta hace relativamente poco. Sin embargo, el consumo de energía –y por tanto las emisiones de  carbono- aumentan con el ingreso per cápita. China y la India, que representan el 40% de la población mundial, estaban registrando un crecimiento anual del PIB de entre 9% y 10% antes de que estallara la crisis financiera en 2008, y es probable que reanuden el rápido crecimiento en el periodo posterior a la crisis, lo que significa que sus economías duplicarán su tamaño cada 7 a 10 años. Sus contribuciones a las emisiones totales aumentarán proporcionalmente.

Otras economías están creciendo también a tasas relativamente altas. Como resultado, mientras muchos países desarrollados y en desarrollo están emprendiendo medidas de gran alcance para incrementar el uso eficiente de la energía y adoptar tecnologías de energía limpia, sus tecnologías, incentivos, normativas y compromisos existentes suponen un brusco aumento de las emisiones totales de carbono en las próximas décadas.

A pesar del objetivo de emisiones anuales de CO2 per cápita del IPCC, todavía no sabemos el grado de calentamiento que causarán varios niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Las estimaciones varían ampliamente, incluso después de un cuarto de siglo de esfuerzos científicos, lo que se explica por la complejidad del propio medio ambiente. Esta es una de las razones que hacen que la mitigación exitosa a nivel global se enfrente a duras contracorrientes.

En efecto, no es razonable pretender que cada país, rico o pobre, deba establecer o aceptar objetivos a 50 años. Dada la estructura del problema –una secuencia de toma de decisiones en un contexto de incertidumbre sobre los parámetros relevantes (incluidos los costos, el patrón eficiente de la mitigación y la tecnología)- sería más inteligente adoptar una estrategia más flexible que ofrezca incentivos y normativas para lograr un progreso intermedio medible, que genere al mismo tiempo una buena cantidad de información en el proceso.

En otras palabras, deberíamos enfocar nuestros esfuerzos en un plazo más corto, digamos, en los próximos 15 años. A largo plazo, el éxito dependerá de avances tecnológicos mayores que se adopten ampliamente. Como actualmente éstos todavía no se conocen, el desafío inicial será arrancar los procesos de mitigación y aprendizaje y crear incentivos poderosos para crear la tecnología que incrementará la eficiencia energética y reducirá las emisiones de CO2 en el largo plazo.

Puede decirse que actuar ahora es adquirir lo que en finanzas se llama “seguro de cobertura extendida” –protección contra el peor escenario posible. La pregunta es qué tipo de acciones debemos emprender. Dado que combatir el cambio climático supone tomar decisiones en distintos momentos de un largo periodo, un aspecto clave para encarar el problema es reconocer que según aumenten las concentraciones de gases de efecto invernadero aprenderemos más sobre la distribución de los posibles resultados.

Por eso, retrasar la adopción de las metas de largo plazo no garantizará que las cosas sigan como están. Al contrario, según se vayan viendo los posibles resultados con más claridad, es casi seguro que nos enfrentaremos a la necesidad de hacer reducciones serias y costosas del uso de la energía, al menos en los países desarrollados, y de lograr progresos tecnológicos costosos, diseñados para hacer un uso más eficiente de la energía tanto en los países adelantados como en el mundo en desarrollo. Esto implicará sin duda reducciones severas en el consumo de combustibles fósiles, reforzadas mediante impuestos y otras restricciones.

Nadie debe pensar que los costos de combatir el cambio climático serán bajos. No obstante, esos costos tendrán un valor estimado significativamente más alto si no adoptamos estrategias globales sensatas que incluyan nuestros esfuerzos de mitigación en respuesta a la información nueva.

Gráfica 1. Emisiones de CO2 per cápita

Fuentes: Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008 (PNUD) y Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)

Gráfica 2. Emisiones Totales Globales (Gigatones)

Fuente: Cálculos realizados por el autor

https://prosyn.org/5gcGbwWes