

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
CAMBRIDGE – ¿Qué nos depara el futuro del trabajo, y cómo deberíamos prepararnos para enfrentarlo? Hasta ahora el debate se ha enfocado en los países desarrollados, pero es una cuestión que va a repercutir en todo el mundo.
Para los pesimistas, la introducción de nuevas tecnologías para propósitos generales –como la impresión 3D (en tres dimensiones), la inteligencia artificial, y el internet de las cosas– amenaza la demanda de mano de obra; sin nuevas formas de solidaridad social, como un ingreso básico universal, el futuro será de una indigencia generalizada. Para los optimistas, los últimos avances tecnológicos, como otros que han hecho progresar a la humanidad, prometen generar niveles de prosperidad sin precedentes.
Probablemente en este momento sea imposible decir cuál de los dos bandos tiene razón. Según lo expresó el físico Niels Bohr: "Es muy difícil predecir, sobre todo el futuro". Para un sistema complejo, como lo es la economía mundial, ya es suficientemente difícil comprender el pasado, por ejemplo, el masivo declive del empleo en el sector manufacturero durante los últimos veinte años en casi todos los países. Lo que es más fácil establecer son los vínculos causales que pueden determinar el resultado.
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